ISRAEL: Palestinos solo buscan una forma de respirar

Bajo el techo de aluminio de la nueva terminal de control, un grupo de palestinos jerosolimitanos debe descender de un autobús atestado de pasajeros para que suban dos soldados israelíes a controlar los carnés de identidad.

El recinto se ubica junto al muro de hormigón que serpentea alrededor del campamento de refugiados de Shuafat, un barrio palestino hacinado que, pese a estar dentro de los límites de Jerusalén, está casi totalmente aislado de la ciudad.

"Es un puesto de control de cinco estrellas", dijo Fadi Abbasi, responsable de proyectos y recaudación de fondos del centro femenino del campamento, que ofrece asistencia psicosocial y educativa a mujeres, niños y niñas.

Más de 20.000 palestinos viven en Shuafat. La mitad son residentes de Jerusalén y tienen carné de identidad azul, pero deben atravesar el puesto de control para ir al trabajo o a estudiar y proveerse de servicios en el resto de la ciudad.

"Los israelíes tratan de que seamos visitantes de Jerusalén, no residentes", dijo Abbasi a IPS. "Sin trabajo, ni ingresos ni ningún servicio de la municipalidad, no nos dan la oportunidad de construir nada ni de hacer nada", remarcó.
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Más de 30.000 israelíes de derecha marcharon por barrios palestinos el 20 de mayo para celebrar el Día de Jerusalén, el 45 aniversario de la toma de la parte oriental en 1967 y de la llamada "reunificación" de la ciudad.

Israel declaró a Jerusalén su capital "eterna e indivisible" en 1980, pero su anexión no cuenta con el reconocimiento de la comunidad internacional.

La realidad de Shuafat contradice la versión oficial que sostiene que Jerusalén es una ciudad unificada, cuyos residentes se benefician por igual de la inversión municipal. De hecho, los servicios y la calidad de vida en general siguen siendo drásticamente diferentes de un lado y del otro.

"La gravedad de la situación en Jerusalén oriental es el producto, primero y sobre todo, de la política israelí", señaló la Asociación para los Derechos Civiles de Israel (ACRI, por sus siglas en inglés) en el informe "Políticas de negligencia en Jerusalén oriental".

"Desde hace décadas, este país persigue una política que llevó al debilitamiento de Jerusalén oriental en todos los aspectos", indica el documento divulgado en mayo.

ACRI señaló que 78 por ciento de las más de 360.000 personas de origen árabe de Jerusalén oriental viven en extrema pobreza. Y 84 por ciento de los niños y niñas palestinos son pobres.

"El derecho israelí e internacional obligan al Estado de Israel a garantizar meticulosamente los derechos de los residentes de Jerusalén oriental y a buscar soluciones únicas y particulares para su situación política. Pero en los últimos 45 años, las autoridades municipales y estatales mantienen una política de negligencia y de violación de los derechos básicos de los residentes", señala el informe.

La barrera de separación y los puestos de control que aíslan a los barrios palestinos del resto de Jerusalén, que solía ser un ajetreado centro de la vida política, económica y cultural de los palestinos, dificultó su circulación por la ciudad, si es que no la volvió imposible.

Se estima que unos 90.000 palestinos jerosolimitanos viven del otro lado del muro divisor, entre ellos los residentes del campamento de Shuafat.

También "es un área muy sensible porque (la autoridad palestina) no puede entrar, y la policía israelí no quiere hacerlo", explicó Ilona Kassisieh, oficial de información pública de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (Unrwa, por sus siglas en inglés).

La agencia atiende a cinco millones de refugiados palestinos registrados en campamentos de los territorios, ocupados por Israel, de Cisjordania y la franja de Gaza, y también de Jordania, Siria y Líbano.

En Shuafat, Unrwa tiene tres escuelas, un centro de salud y lleva adelante varios programas sociales.

"Desde que la gente puede acceder a Jerusalén trata de ingresar al mercado laboral de Jerusalén, pero por supuesto las oportunidades son escasas. La deserción escolar es alta y hay una gran cantidad de desempleados", indicó Kassissieh.

La mayoría de los residentes de Shuafat son jóvenes y por ello son fundamentales los programas sociales y educativos, añadió.

Bara’a Ghaith, de 25 años, vivió toda su vida en Shuafat. Ahora trabaja cuatro días como voluntaria en el centro femenino del campamento, donde dirige un taller de salud para adolescentes de 12 a 18 años.

"Mucha gente no acepta la forma en que trabajamos con los adolescentes. Pero trato de mejorar su calidad de vida y darles más educación y ayudarlos con la confianza en sí mismo", dijo Ghaith a IPS.

"La mayoría de las personas en el campamento buscan una forma de respirar. Solo eso piden", añadió.

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