INFANCIA-CHILE: Cuando se cree que la letra con violencia entra

Cierto grado de violencia contra los niños y niñas es aceptado en Chile como una forma válida de enseñanza o correctivo de conductas, especialmente por parte de los padres.

«La violencia está incorporada como una pauta de educación y de interacción de los padres con los niños», dijo a IPS la psicóloga Soledad Larraín, experta del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en casos de maltrato infantil.

Los adultos consideran que no es maltrato pegarle una cachetada, una palmada en las nalgas o insultarlo, añadió.

Tres de cada cuatro niños y niñas en Chile sufría maltrato físico o psicológico, indicaba un estudio realizado en 2006 por esa agencia de la Organización de las Naciones Unidas. Aunque esas cifras pueden variar en la nueva encuesta prevista para este año, Larraín advirtió que estadísticas como esta y otras no son alentadoras.

En 1994, el primer estudio de este tipo indicó que 34,3 por ciento de los niños chilenos sufrían de maltrato físico grave, indicador que bajó a 25,9 por ciento en 2006, mientras que la violencia psicológica aumentó de 14,5 a 21,4 por ciento en el mismo período.
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«Esas cifras reflejan que esto está totalmente naturalizado y no es considerado por los padres como una forma de violencia», sostuvo Larraín.

Para la experta de Unicef, «es importante generar un cambio cultural donde no se avale la violencia como una forma de educación».

«Los estudios demuestran que el maltrato psicológico provoca daño en la salud mental de los niños, que no es inocuo y no es una buena forma de educar, y eso es lo que la sociedad tiene que asumir», apuntó.

Datos publicados por la organización no gubernamental Activa el 9 de este mes indicaron que en 2011 murieron en Chile 12 niños por distintos hechos de violencia, 33 por ciento más que el año anterior. El maltrato intrafamiliar contra los menores, en tanto, creció 8,5 por ciento en igual comparativo.

«Si bien no son muchos los casos en Chile que terminan con resultado de muerte en menores de edad, sí es preocupante que se produzca un incremento significativo», advirtió a IPS la directora de Activa, Gloria Requena.

La activista atribuyó este incremento a que aún hoy «la violencia hacia los menores es aceptada en Chile como una forma válida de enseñanza cuando los niños no siguen las conductas esperadas».

Subrayó que la madre es quien más violencia aplica a los niños y niñas, porque en ella culturalmente descansa la responsabilidad de disciplinarlos.

Requena puntualizó que los resultados del estudio de Activa muestran la violencia física y no consideran las agresiones psicológicas, porque solo contempla las denuncias policiales. Llamó la atención sobre los menores de entre cinco y nueve años que no son capaces de denunciar.

Según ambas expertas consultadas por IPS, la violencia infantil es transversal a los sectores socioeconómicos, pero hay diferencias en el tipo de maltrato que se aplica.

Larraín explicó que en los sectores de más bajos ingresos hay más violencia física grave, mientras que en los sectores más acomodados se evidencia un mayor grado de ataques psicológicos, un patrón que se repite también en los casos de de las mujeres golpeadas.

Añadió que la conducta de los chilenos y chilenas es muy semejante al resto de los latinoamericanos.

«Lamentablemente hay muy pocos estudios para comparar, pero en general en la región de América Latina y el Caribe la violencia física leve está incorporada como una pauta legítima de educar y de interacción entre los padres y los hijos», señaló.

Un caso real de violencia psicológica es el de Alejandra Peña, de 34 años, quien desde los seis sufrió violencia psicológica por parte de su padre.

El maltrato, que tuvo su período crítico en su adolescencia, se extendió hasta que cumplió 31 años y decidió cortar relaciones con su agresor. Precisó que la violencia hacia ella siempre consistió en «descalificaciones e insultos».

Sus hermanas, hoy de 15 y 11 años, también fueron víctimas de agresiones de tipo psicológico y testigos por años de la violencia conyugal entre sus padres, que llegó a los golpes.

Las hermanas de Peña vivían en un clima constante de violencia familiar. Su padre «tiraba las cosas, no las golpeaba, pero no sabían si luego iría por ellas», precisó. «Fueron testigos de violencia conyugal física y psicológica desde muy pequeñas, y sufrieron también maltratos psicológicos y económicos», describió.

Si bien Alejandra Peña pudo escapar de esa situación, sus hermanas menores debieron seguir soportándola.

«Es súper fuerte, da mucha impotencia saber que ellas se están exponiendo a un daño y que no se puede hacer nada porque no depende de uno. Siento rabia, mucha pena y mucho miedo de que les pase algo grave», dijo a IPS.

Para Larraín, una de las principales trabas para enfrentar la violencia contra los niños es el «tabú» que existe respecto a que las cosas que suceden al interior de la familia son privadas.

«Ha sido muy difícil poder entrar en la violencia puertas adentro. En general los estados y los gobiernos son tremendamente cuidadosos de no inmiscuirse en la intimidad familiar, sin entender que, si los derechos del niño están siendo vulnerados, las autoridades tienen la obligación de protegerlos», afirmó.

Por su parte, Requena denunció que los grupos vulnerables en Chile tienen «escasa protección». Cuentan con tan sólo un organismo público orientado a la protección de los niños y niñas, que es el Servicio Nacional de Menores (Sename), que posee muy bajo presupuesto.

Además, el Sename tiene un marco legal muy limitado e interviene «sólo cuando tenemos situaciones denunciadas, es decir que son de conocimiento público, y cuando hablamos de niños infractores de ley».

La directora de Activa recomendó generar políticas de Estado y no legislar en forma coyuntural por el impacto público de algún caso.

«Es indispensable visibilizar el fenómeno de la violencia, mejorando los sistemas de registro y análisis en materia de violencia intrafamiliar», enfatizó.

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