VIVIENDA-RUANDA: Cuando la discriminación sobrevuela

La demora en proporcionar viviendas a la comunidad batwa de Ruanda, en el marco de un plan nacional, pone en riesgo el difícil equilibrio interétnico, un asunto sensible en este país que sufrió el genocidio de 1994.

Se están construyendo nuevas casas en Ruanda en el marco de un ambicioso plan para concentrar a varias familias del medio rural en un sólo lugar llamado imidugudu, lo que facilita la tarea del gobierno de proporcionarles electricidad, agua, educación y seguridad.

Pero fue otra iniciativa de menor proporción y que se propone reemplazar las chozas con techo de paja por construcciones de material la que el año pasado concentró la atención de agencias humanitarias cuando se denunció que el gobierno destruía las viviendas de la minoría batwa, pigmeos que vivían en la selva.

La sola mención de que haya una comunidad discriminada en Ruanda despierta temores justificados.

Avances
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En Kigali no hay ranchos de lata y plástico, pese a una urbanización superior al seis por ciento anual en una ciudad de 1,2 millones de personas. En la capital, la gente más pobre vive en pequeñas casas hacinadas, pero de material.

Alrededor de 80 por ciento de los 11 millones de habitantes de Ruanda viven en zonas rurales, el país más denso de África.

Hasta 2010, las familias más pobres vivían en chozas de barro y techo de paja, o de adobe y cañas, llamadas nyakatsi.

La campaña del gobierno para llamada Bye-Bye Nyakatsi ha tenido una reconocida eficiencia.

Los tecnócratas responsables del gran plan de desarrollo de Ruanda, Visión 2020, se regocijan con las estadísticas.

"Cuando se lanzó Bye-Bye Nyakatsi en diciembre de 2009 había 120.000 familias en Ruanda en casas con techo de paja", señaló James Musoni, ministro de Gobierno Local, a cargo del programa para erradicar las casas con techo de paja.

"A fines de marzo había 18.000 familias en esa situación y dentro de tres a cuatro meses todas deberían tener" su casa, apuntó.

Kigali tenía 1.559 chozas antes de la campaña Bye-Bye Nyakatsi, indicó el alcalde Fidele Ndayisaba. Ya fueron reemplazadas 1.093 y se prevé que el resto de las familias se mude a su nueva casa a fines de este mes.

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Funcionarios y dirigentes políticos propusieron reemplazar los techos de paja por otros de metal cuando una familia no puede trasladarse de inmediato a una casa de material.

Algunos justifican la propuesta por el riesgo de incendio, en especial dada la electrificación que se realiza en todo el país, otros mencionan el peligro que suponen las serpientes y los insectos, además de las filtraciones por las abundantes lluvias que amenazan con destruir los pocos recursos de las personas que viven en las chozas.

Las autoridades suelen mezclar la idea de vivir bajo un techo de paja con pobreza. Reemplazar un techo de paja por otro de metal es considerado un paso importante para mejorar las condiciones de vida de la gente.

Además desestiman las desventajas de los techos con chapa en lo que respecta al aislamiento térmico y sostienen que las consecuencias de la lluvia son mucho peores que las altas temperaturas, pues rara vez son menores de 15 grados o superiores a 25 grados.

Las personas que viven en nyakatsi están a favor de que les cambien el techo de paja por uno de chapa y se mudarán encantados de sus imidugudu a las casas modernas, señaló Ildephonse Niyomugabo, de Coporwa, una organización de Kigali que defiende los derechos de los batwa.

El problema surgió cuando las autoridades retiraron los techos de paja, y en algunos casos destruyeron chozas enteras, de 720 familias batwa sin brindarles ninguna alternativa.

"Fue una catástrofe", se lamentó Niyomugabo.

En la actualidad 100 familias se mudaron a su nueva vivienda. El resto está alojado en condiciones precarias mientras se termina de construir sus casas. Hay casos de hasta seis familias viviendo hacinadas bajo un mismo techo, lo que empeora el estado de salud de los batwa, quienes tienen altos índices de VIH/sida y cólera, explicó.

Lo que no se puede decir

Coporwa trató de denunciar la situación en el diario y el canal de televisión estatal y en Radio Ruanda, pero fue rechazada.

Al final, la emisora privada Radio Ciudad les dio un espacio y la organización pudo difundir un documental que apunta a convencer a los funcionarios del daño causado por la campaña.

Radio Ruanda sí cubrió el hecho, indicó Faith Mbabazi, empleada de la emisora, pero no desde la perspectiva de Coporwa, concentrada en la situación de los batwa. Se informó de la situación sin mencionar a ninguna comunidad en particular porque, según explicó, la demolición de chozas afectó a otros ruandeses.

Los medios de comunicación y la política son extremadamente sensibles a asuntos de identidad étnica tras el genocidio de 1994, cuando extremistas hutu masacraron a la minoría tutsi en 100 días.

El actual auge de la construcción descubrió muchos enterramientos masivos y huesos dispersos.

Los líderes de los 30 distritos, encargados de llevar adelante el programa, tienen una enorme presión para cumplir sus objetivos.

Los distritos compiten entre sí para porque el que mejor alcance sus metas recibirá una partida adicional.

El sistema de descentralización permite la implementación de las políticas nacionales.

"Se realiza un seminario para los líderes locales, se les enseña lo que tienen que hacer, los beneficios, les damos las herramientas y regresan a su localidad a realizar el trabajo", explicó el ministro Musoni.

Lo que pasó con los batwa "fue un error de los líderes locales en el este y sur de Ruanda. No entendieron bien. Pero les hice una advertencia y dejaron de hacer lo que estaban haciendo", explicó. "Pero hubo familias realmente perjudicadas", reconoció.

Niyomugabo confirmó que se detuvieron las demoliciones prematuras.

Musoni explicó que se ordenó a lo líderes locales que ayudaran a las familias afectadas a alquilar casa o a quedarse con parientes.

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