En busca de una revolución africana

Las protestas en Medio Oriente se interrumpen solo cuando llega la hora de la oración, y los manifestantes musulmanes se postran sobre sus tapetes baratos mientras la policía antimotines hace una pausa para tomar el té. Mientras, en el África negra pero lejos de las cámaras, no faltan señales de malestar político y social.

La inestabilidad en África subsahariana no concentra la atención de los grandes medios de comunicación como las revueltas populares en el norte del continente y en Medio Oriente, pese a que obedece a similares condiciones de opresión.

El mundo observa el desarrollo de los acontecimientos en Egipto por su importancia para Medio Oriente, pese a que sus bancos se alimentan de África central.

Pocos parecen recordar que Egipto está en África, un continente con miles de millones de habitantes, la mayoría viviendo bajo regímenes despóticos, padeciendo dificultades económicas y sin derechos políticos, ni más ni menos que sus vecinos egipcios.

«No hay que plegarse al intento del Norte de dividir a los países del norte de África del resto del continente», señaló Firoze Manji, editor de Pambazuka Online, un sitio dedicado a promover la justicia social en este continente.
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«Sus historias están unidas desde hace milenios», apuntó. «Algunos egipcios pueden no sentirse africanos, pero eso no cambia nada. Son parte de la herencia del continente», explicó.

Al igual que en otras parte del mundo, los africanos siguen lo que ocurre en el norte del continente con gran interés. Y también «se inspiran para sus propias luchas», apuntó Manji.

La globalización y la consiguiente liberación económica han hecho que las poblaciones del Sur compartan experiencias muy similares, remarcó.

Esos problemas que comparten son «mayor pauperización, creciente desempleo, limitadas posibilidades de exigir a sus gobernantes, menos ingresos de la producción agrícola, creciente concentración de la riqueza, y por tanto despojo (…) y la disposición de los gobiernos a cumplir los deseos políticos y económicos del Norte», indicó.

También hay similitudes entre los gobernantes.

«Miremos a Gabón, un país exportador de petróleo con una trágica falta de desarrollo y cuyo producto interno bruto por habitante es más del doble que el egipcio, pero la población subsiste con salarios que hacen que Egipto parezca la tierra del pleno empleo», añadió.

«La familia Bongo gobierna ese país desde hace cuatro décadas, antes de que Mubarak pudiera manejar algo más grande que no fuera un avión de la fuerza aérea, y todavía siguen allí», remarcó Drew Hinshaw, periodista estadounidense que vive en África oriental.

«Es comprensible que la oposición gabonesa promueva una ola de manifestaciones al ver lo que ocurrió en Egipto y Túnez», añadió.

En el sur también «hay muchos africanos jóvenes y desempleados que no tienen perspectivas de futuro y que están gobernados por elites políticas que controlan sus países desde hace 25, 30 o 35 años», señaló Scott Baldauf, editor jefe del Christian Science Monitor.

«Los mismos problemas de Egipto están presentes en el sur. Hay gobernantes que ostentan el poder desde hace décadas y que creen que el país sólo puede funcionar con ellos», apuntó.

DIVIDE Y GOBERNARÁS

La agitación y el descontento no son ajenos a los africanos. Las protestas y la consiguiente represión son moneda corriente en algunos regímenes opresivos del continente.

En los últimos tres años hubo protestas violentas en Sudáfrica y disturbios por el precio de los alimentos en Camerún, Madagascar, Mozambique y Senegal.

Pero es imposible saber si el creciente malestar derivará en manifestaciones del tenor de las de Egipto, Libia o Túnez.

«La misma madera seca de la mala gobernanza se amontona en muchos países africanos a la espera de un fósforo que la encienda», indicó Baldauf. «Pero se requiere liderazgo y organización social», una variable que, según él, no está dada en los países de África subsahariana.

La diferencia entre el éxito de las protestas en el norte de África y las del sur del Sahara puede ser la conformación étnica de ambas regiones, señaló Emmanuel Kisiangani, investigador del Programa de Prevención de Conflictos Africanos del Instituto de Estudios de Seguridad, de Sudáfrica.

«En la mayoría de los países donde las protestas lograron un cambio, las sociedades son bastante homogéneas en comparación con las de África subsahariana, donde hay múltiples etnias con sus propios problemas», explicó.

«En el sur, donde los gobiernos han podido dividir a la gente por su origen étnico, es más fácil apropiarse de una rebelión, lo que no ocurre en el norte de África», añadió Kisiangani.

UN AÑO IMPORTANTE

Éste es un año importante para África. Están previstas elecciones en más de 20 países del continente, entre ellos Nigeria y Zimbabwe.

Pero con el aumento del precio de los alimentos y las dificultades económicas que padece la región, es posible imaginarse a los africanos rebelándose, abandonando los comicios y recurriendo a otros métodos para remover a sus gobernantes.

«La gente quiere la democratización de la sociedad, de la producción, de la economía y, de hecho, de todos los aspectos de la vida», remarcó Manji. «Pero, a cambio, les ofrecen las urnas», apuntó.

«Las elecciones no atienden los grandes problemas de la gente ni permiten por sí mismas que la gente pueda determinar su propio destino», añadió.

Eso se debe a que «el proceso de democratización en muchos países africanos es más ilusorio que sustancial», explicó Kisiangani.

«Las protestas crearon la ‘esperanza’ de que la gente común puede forjarse su propio destino político», señaló. «Las revueltas populares hacen a los africanos más conscientes de su capacidad para definir su propio destino político», añadió.

* Publicado bajo un acuerdo con Al-Jazeera.

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