MÉXICO: El pulque vuelve por sus fueros

El pulque, la tradicional bebida mexicana desplazada en los últimos tiempos por otros brebajes, quiere volver a la palestra de la mano de académicos y artistas con un museo en ciernes y un congreso nacional de expertos.

"El maguey (pita) y (su producto) el pulque, como forma de sustento y como bebida, han decaído mucho en las últimas décadas, pero su continuidad parecen aseguradas porque como elementos patrimoniales cobran la atención y difusión merecidas, en progresión geométrica", comentó a IPS el antropólogo español Martín Gómez-Ullate, de la mexicana Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

Este especialista y un grupo de personas promueven la creación del Museo del Maguey y el Pulque en Tepeapulco, una localidad del central estado de Hidalgo ubicada a unos 100 kilómetros de la capital mexicana.

Además, Gómez-Ullate participa en la convocatoria del Primer Congreso Nacional sobre el Maguey y el Pulque, a realizarse del 13 al 15 de este mes en Hidalgo y que se enfocará en temas como el cultivo de la planta, su historia y su situación actual.

El pulque se obtiene de la fermentación del jugo extraído de raspar el corazón del maguey (Agave atrovirens), una planta endémica de México, y que es consumida por los pueblos originarios desde antes de la llegada de los españoles a este territorio en el siglo XVI.

Pero su consumo comenzó a decaer a comienzos del siglo XX, desplazado por bebidas como la cerveza y luego por el tequila, que se obtiene del cocimiento del corazón, fermentación y destilación de otra variedad de agave.

El maguey pulquero se siembra mayoritariamente en Hidalgo y en el vecino estado de Tlaxcala, sobre una superficie de unas 6.000 hectáreas con unos 12 millones de plantas, según cifras de la Secretaría (ministerio) de Agricultura y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía.

En la capital mexicana sobreviven unas 120 pulquerías, especialmente en los suburbios, indican datos del gobierno del Distrito Federal, que ha puesto en marcha un programa de fomento de estos sitios, por su valor cultural y su apego a una de las mayores tradiciones en la urbe.

Para ilustrar ese mundo y recuperar esa tradición, el pintor Fernando Robles, nacido en 1948, dedicó un año para trazar el mural "La pulquería" (2006), compuestos por seis piezas de cuatro metros de largo por dos de ancho.

"En la investigación de los personajes, encontré una historia del siglo XIX sobre personas que deambulaban por las pulquerías del centro de la ciudad, donde se come, se baila, se juega, se ríe y se llora. Qué más representativo de la idiosincrasia mexicana" que estas acciones, explicó a IPS Robles, oriundo del norteño estado de Sonora, fronterizo con Estados Unidos.

El artista se recluyó en un apartamento en la noroccidental ciudad de Guadalajara, donde trabajó buena parte de cada día, con sumo cuidado y precisión, pues el material era muy delicado.

En clave de la puesta en escena pictórica –"aprendí a pintar en el teatro", dijo el artista— la obra está plasmada en papel japonés Okawara, de flor de loto y algodón, y tinta china con tierra negra. Sus personajes con forma de calaveras, conocidas como "catrinas" en México, representan a músicos, jugadores, vendedoras de bocadillos, borrachos y santos.

El primer lienzo se refiere al sitio donde toca la orquesta, el siguiente versa sobre el baile, el tercero trata del velorio, el cuarto es una mujer que canta, el quinto habla del jarabe, una danza tradicional mexicana, y el último está dedicado al juego de la baraja o naipe.

Robles trabaja en el llamado arte-objeto, que son creaciones a partir de cosas cotidianas como tarros de café, y con pinturas en tinta china. Ya expuso "La pulquería" en dos museos de la capital mexicana y se prepara para montarlo en el Museo de la Ciudad de Guadalajara, en el noroccidental estado de Jalisco.

Además, la editorial El Tecolote publicó este año una edición con reproducción del mural, que sirve de homenaje al célebre grabador mexicano José Guadalupe Posadas (1852-1913).

El pulque, cuyo costo es de un dólar por vaso, se asocia con la palabra en lengua indígena náhuatl metl, vinculada a su turno con el término mayauetl o mayahuel, que es una divinidad femenina ligada con el maguey y con la embriaguez.

"El pulque es también un elemento primordial en la cultura e historia de México, pero su proceso de elaboración, su textura y su fácil descomposición lo hacen difícil de aceptar por muchos mexicanos", comentó Gómez-Ullate, doctorado por la Universidad Complutense de Madrid y uno de cuyos intereses es la museología del vino.

A diferencia del tequila, que cuenta con varios museos en el país, el pulque carece de esa proyección.

"Es un museo vivo y un proyecto integral de dimensiones antropológica, historiográfica, biológica, y que visa la puesta en valor de tan rico patrimonio. Hace uso de las nuevas tecnologías y principios de gestión cultural para plantear actividades en pro del conocimiento, investigación y difusión del patrimonio del maguey y el pulque", sostuvo Gómez-Ullate.

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