Filtro idiomático dificulta cuidado de ancianos japoneses

El enfermero indonesio Wahyudin, de 29 años, no puede ejercer su profesión en Japón, donde vive desde hace dos años, porque antes debe aprobar el obligatorio examen de idioma, que es particularmente exigente.

Hasta entonces, Wahyudin seguirá desempeñándose como practicante en un centro de atención a ancianos en la ciudad de Yamada, en la sureña prefectura de Tokushima, donde trabaja desde que llegó a Japón.

"No hay otro modo de que pueda impulsar mi carrera y construir un futuro estable" más que aprobar el examen, explicó Wahyudin, que utiliza un solo nombre.

Aprobarlo le conferirá el estatus profesional que le permitirá ser contratado por cualquier hospital o geriátrico del país. Y probablemente también cobre mejores ingresos. El examen está diseñado para garantizar la integración a la sociedad japonesa y cumplir con los estándares profesionales, pero pocos extranjeros logran aprobarlo.

Ahora, quienes trabajan con ancianos en esta sociedad, una de las de más rápido envejecimiento del mundo, dicen que es tiempo de echarle un segundo vistazo a este requisito, dado que Japón necesita cada vez más personas dedicadas a esta actividad. Y la mayoría vienen de otros países.
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El actual requisito es injusto y discriminatorio, opinó Tsutomu Fukuma, portavoz del Consejo Japonés del Servicio de Bienestar de Ciudadanos Ancianos.

"El sistema los ha decepcionado y muchos desisten de quedarse en Japón, que no es lo que queremos", agregó.

Según el Ministerio de Salud y Bienestar, cada vez menos japoneses se dedican a este tipo de cuidados. La mayoría de ellos son de mediana edad.

En 2009, el sistema de atención a la salud contó con 350.000 trabajadores, mientras que hace tres años había 400.000. Los japoneses más jóvenes no ingresan al sector.

Además, Japón tiene 13 millones de habitantes en el entorno de los 75 años, lo que representa 10 por ciento de su población. Se prevé que para 2025 ese grupo etario aumentará a 22 millones de personas, y el gobierno pronostica que para entonces el país necesitará más de dos millones de cuidadores.

Es por esto que Japón ha recurrido a los extranjeros, a quienes no les está resultando fácil quedarse demasiado tiempo en el país. Actualmente, enfermeros y cuidadores llegados del exterior tienen permitido trabajar en Japón por un máximo de tres y cuatro años respectivamente.

Durante este periodo deben estudiar el idioma y aprobar el polémico examen, al que pueden presentarse una sola vez.

Como Japón es oficialmente un mercado laboral cerrado a los extranjeros, tiene varios acuerdos con países que permiten que cada año llegue una determinada cantidad de aprendices a trabajar por lapsos específicos.

Wahyudin, por ejemplo, llegó en el marco de un acuerdo de asociación económica (EPA) que Japón e Indonesia firmaron en 2008. Un pacto similar se firmó en 2006 con Filipinas, otro importante proveedor de cuidadores.

Hay 570 indonesios y 310 filipinos que trabajan como enfermeros o en hogares de ancianos en Japón. De ellos, 254 han dado el examen, pero solamente tres —dos indonesios y un filipino— lo han aprobado, adquiriendo estatus de empleados a tiempo completo.

Quienes realizan estas actividades presionan al gobierno japonés para que permita usar diccionarios a los extranjeros que se presentan al examen. Pero más allá de esa instancia de evaluación, los cuidadores lamentan el poco tiempo que tienen para estudiar el idioma.

"Nos resulta realmente difícil alcanzar el nivel idiomático necesario para salvar el examen", dijo Wahyudin. Él tiene apenas una hora diaria para estudiar y, aunque acude al curso de seis meses subsidiado por el gobierno, considera que le falta mucho para estar preparado.

La situación de los ancianos en Japón también refleja el hecho de que más adultos jóvenes no viven con sus padres. De hecho, a junio de 2009 había más de 4,6 millones de japoneses mayores de 65 años, que vivían solos y sin nadie que los cuidara.

Para muchos esto pone aún más de relieve la necesidad de que otras personas se ocupen de esos cuidados, pero no todos concuerdan.

La profesora Keiko Higuchi, que integra el panel gubernamental de asesores sobre temas de bienestar, dijo que el sistema de cuidados que funciona en el país alienta a los ancianos a llevar vidas más independientes.

"No me opongo a aceptar a cuidadores o enfermeros extranjeros. Pero antes de que comencemos a abrirles las puertas, Japón debe asegurarse de que los cuidados a los ancianos continúen centrándose en ayudarlos a ayudarse a sí mismos", opinó.

La escritora Yukiko Okuma, experta en estos temas, considera que los EPA firmados por Japón con Indonesia y Filipinas son soluciones demasiado fáciles.

"El EPA con Indonesia es un remedio rápido para la escasez de mano de obra que enfrentamos en el sector del bienestar. A consecuencia, ahora tenemos un sistema que corre el riesgo de reducir los estándares de los cuidados para ajustarse a la cantidad cada vez mayor de ciudadanos asiáticos, que tampoco reciben un trato justo en este marco", destacó. Okuma agregó que la situación actual también es producto de una sociedad donde las mujeres de las familias tradicionalmente se han hecho cargo de los padres ancianos, lo que condujo a "un sistema de bienestar poco reconocido y subfinanciado".

Es necesario que los cuidados a los ancianos sean "vistos como una prioridad nacional, donde los trabajadores sean bien tratados, dándoles buenos salarios, vacaciones pagas y otros beneficios de empleo, ya sean japoneses o asiáticos", dijo.

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