AGRICULTURA-BRASIL: Un récord agridulce

Granos más, granos menos, Brasil tendrá este año la mayor cosecha de oleoginosas, leguminosas y cereales de su historia.

Pero lo que algunos consideran un nuevo ejemplo de la fortaleza de la economía de este país sudamericano, sólo confirma para otros la opción por un modelo agrario equivocado.

Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), que depende del Ministerio de Planificación, Brasil obtendrá este año una cosecha de más de 145 millones de toneladas de granos.

Otra proyección presentada por la estatal Compañía Nacional de Abastecimiento (Conab), que actúa en la órbita del Ministerio de Agricultura, estima en cambio que la cosecha alcanzará casi 144 millones de toneladas.

La diferencia es apenas de parámetro. Mientras el informe del IBGE toma en cuenta el año "civil", de enero a diciembre, el de la Conab considera un periodo de cosecha que va de julio a julio.
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Presentados con bombos y platillos en la primera semana de marzo, los dos reportes apuntan al mismo resultado: "la robustez del agronegocio brasileño", en palabras del economista Fernando Ribeiro.

Hay que destacar "la buena noticia" del aumento de la cosecha aun en condiciones desfavorables, como los coletazos de la crisis financiera internacional que dejaron sus surcos en el campo, dijo Ribeiro, de la Fundación Centro de Estudios de Comercio Exterior (Funcex).

De acuerdo con el IBGE, la cosecha se habrá de incrementar en 8,5 por ciento respecto del período anterior, y superando a la de 2007-2008, que fue de más de 144 millones de toneladas y es hasta ahora la mayor de la historia de este país.

"Estamos llegando al récord nacional, con gran posibilidad de superar esa marca", festejó el ministro de Agricultura, Reinhold Stephanes. La expansión es atribuida a las buenas lluvias, la disminución del precio de los insumos agrícolas, el aumento del crédito estatal para el campo y el estímulo que implica la suba del precio internacional de la soja.

Pero el dirigente João Pedro Stédile, uno de los coordinadores nacionales del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) y miembro de la red internacional La Vía Campesina, se dedicó a derrumbar la euforia.

"El anuncio de la cosecha récord no trae ninguna novedad sobre la estructura de la producción agrícola del país", dijo a IPS.

Se "revela, al contrario, que el agronegocio se convirtió en el modelo que transformó a Brasil en mero exportador de materias primas agrícolas sin ningún grado de industrialización, para atender los intereses de las empresas transnacionales", agregó.

La razón de la indiferencia del dirigente campesino está en los mismos números presentados por el gobierno.

Ochenta por ciento de la producción agrícola brasileña está dominada por cuatro productos destinados sobre todo al mercado externo: maíz, soja, café y caña de azúcar.

Ribeiro confirmó el dato, al enfatizar que los buenos resultados se deben a rubros "destinados básicamente a la exportación".

El economista se refería a los aumentos de 17,4 por ciento de la producción de soja y de 2,6 por ciento de la de maíz que, junto con el arroz, ocupan 81,5 por ciento de la superficie cultivable de esta nación, la más grande de América del Sur.

Solamente el maíz y la soja alcanzarán, respectivamente, 52,4 millones y 66,9 millones de toneladas.

El IBGE contempla además un incremento en 15 de los 25 productos analizados, aunque de manera menos significativa, en términos de volumen total.

Se menciona el café, del cual Brasil es principal productor y exportador y que, con 2,8 millones de toneladas, experimenta un crecimiento de 14,4 por ciento en relación al año pasado.

También se detallan otros cultivos, como el fríjol de primera cosecha, con un aumento de 23 por ciento, la cebada, con 11,8 por ciento, y el trigo, con 9,4 por ciento.

Sobresale el ricino, una oleaginosa cuyo incremento de 86,6 por ciento obedece al estímulo gubernamental para expandir la producción de agrocombustibles.

Aunque no haga parte de los productos analizados, la caña de azúcar, también destinada en parte a la obtención del biocombustible conocido como etanol, aumentará su cosecha en dos por ciento, según el IBGE.

Muchos números y porcentajes que se reflejarán sobre todo "en la capacidad de exportación y de ingreso de dólares al país", pues como dependen de los precios del mercado internacional, "no habrá un espacio tan fuerte para la reducción de su precio doméstico", según Ribeiro.

La diferencia sutil, para Stédile, es a quién beneficia esta exportación.

"No tenemos nada que celebrar. Quienes tienen que celebrar son media docena de hacendados que buscan apenas el lucro, y las empresas transnacionales que los controlan", indicó.

Brasil tiene un área cultivable de 300 millones de hectáreas. Pero, "gracias a la concentración de la propiedad de la tierra, apenas 15.000 hacendados controlan 98 millones de hectáreas", recordó el dirigente.

Mauro Andreazzi, quien coordinó el estudio del IBGE, sostuvo que la superficie plantada de soja, principal grano de exportación, aumentó en seis por ciento, lo que representa 1,3 millones de hectáreas cedidas por otros cultivos, como el maíz.

No quedan del todo claros los supuestos beneficios ambientales internos del récord de cosechas.

Para Ribeiro, el comportamiento de algunos granos obedece a la inversión en tecnología efectuada por entidades estatales como la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria.

El maíz, por ejemplo, registró un aumento de rendimientos, a pesar de que su área cultivada se contrajo en algo más de cuatro por ciento.

Esa mejora de la productividad, que el economista observa a lo largo de los últimos años, "es buena para el ambiente", porque no requeriría de nuevas áreas cultivadas.

Stédile prefirió referirse a otros impactos nocivos, por ejemplo la erosión del suelo causada por la siembra intensiva de productos como la soja, o el empleo de agroquímicos, que contaminan el agua y originan alimentos con elevada toxicidad.

El dirigente del MST destacó que Brasil, con más de 192 millones de habitantes, se transformó en el mayor consumidor mundial de lo que llamó "venenos agrícolas": pesticidas y fertilizantes químicos.

Se trata de unos 700 millones de "litros de venenos" utilizados por el gran agronegocio, aseveró.

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