«La capacidad de recuperación —particularmente de las grandes economías emergentes— a las recientes crisis financieras marca un nuevo capítulo en las relaciones internacionales», dijo a IPS Richard Kozul-Wright, de la Unidad de Cooperación e Integración Económica entre Países en Desarrollo en la UNCTAD.
El nuevo peso económico del mundo en desarrollo se complementa con el rápido ritmo del comercio y las inversiones Sur-Sur.
Ese comercio ha crecido en promedio 13,4 por ciento por año desde 1995, alcanzando 2,4 billones de dólares, o 20 por ciento del intercambio mundial, en 2007, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y las exportaciones de los países pobres y emergentes aumentaron alrededor de 40 por ciento del total mundial.
Durante el mismo periodo, las exportaciones africanas en el Sur se incrementaron en promedio siete por ciento al año, y las exportaciones anuales combinadas de África a India y China aumentaron aproximadamente 40.000 millones de dólares. Dos nuevos informes de la Secretaría General de la ONU subrayan estas tendencias actuales.
IPS dialogó con Kozul-Wright, de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo), previo a la Conferencia de Alto Nivel de las Naciones Unidas sobre la Cooperación Sur-Sur, que se realiza desde este martes y hasta el jueves en Nairobi.
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IPS: A raíz de la actual crisis económica y financiera, los países del Sur ya no pueden depender de las economías del Norte industrializado como principales socios para el comercio y el desarrollo. ¿Es este desafío un incentivo para crear nuevas formas de cooperación para el desarrollo que promuevan un crecimiento inclusivo en todo el Sur?
RICHARD KOZUL-WRIGHT: En buena medida. La cooperación Sur-Sur se construye en torno a la necesidad de mitigar los impactos y riesgos que se derivan de las tendencias y asimetrías en las relaciones Norte-Sur, y de impulsos más positivos en materia de crecimiento y desarrollo que se deriven de una interdependencia económica más estrecha.
La crisis financiera ha servido como un recordatorio de cuán perjudiciales pueden ser esos colapsos, y hay renovados intereses en nuevos mecanismos de cooperación financiera y monetaria entre los países en desarrollo, como el Banco del Sur y fondos monetarios regionales.
Desde el ángulo positivo, el surgimiento de economías dinámicas en el Sur ha brindado nuevas oportunidades al comercio y las inversiones entre sí. Sin embargo, también debe reconocerse que el crecimiento de las relaciones Sur-Sur durante los últimos años ha estado guiado, en parte, por la demanda —impulsada por la deuda— de los consumidores del Norte.
Los ajustes que ahora se implementan en el Norte para corregir los desequilibrios hogareños, financieros y nacionales serán prolongados. Particularmente las economías más grandes del Sur necesitarán asegurarse de que los vínculos que construyeron en los últimos años se extiendan a economías más débiles del Sur.
IPS: ¿Cuáles son sus expectativas en relación a la conferencia de alto nivel? ¿Cómo puede fortalecer el resultado keniata los compromisos del Plan de Acción para la Cooperación Técnica entre los Países en Desarrollo, sellado en 1978 en Buenos Aires?
RKW: Mirada en retrospectiva, la conferencia de Buenos Aires demostró ser un punto alto de los esfuerzos de un país en desarrollo por establecer un nuevo orden económico internacional. Esos esfuerzos terminaron con la crisis de la deuda de comienzos de los años 80.
El desafío contemporáneo tiene menos que ver con recuperar lo perdido hace unos 30 años que con responder a las nuevas crisis y oportunidades que han surgido de un prolongado periodo de desregulación global. Los últimos 30 años se caracterizaron por ciclos de auge y caída económica que generaron un crecimiento muy desigual en el Sur, pero a partir de los cuales surgieron varias economías muy dinámicas.
Además, la capacidad de recuperación —particularmente la de las grandes economías emergentes— a las recientes crisis financieras marca un nuevo capítulo en las relaciones internacionales. La conferencia es un reconocimiento de esa capacidad y de que nuevas coaliciones y mecanismos pueden ayudar a abordar históricos desafíos para el desarrollo.
IPS: ¿La ONU juega un rol en asegurarles a las naciones pobres un estímulo al comercio Sur-Sur e inversiones inter-regionales? ¿Hay oportunidades de ampliar las iniciativas existentes?
RKW: Primero y por sobre todo, los propios países deberían manejar vínculos económicos Sur-Sur más cercanos. Pero la ONU ciertamente puede brindar apoyo y asesoramiento político.
A este respecto, como la ONU ha advertido consistentemente sobre los límites del Consenso de Washington (conjunto de políticas de liberalización económica elaboradas en los años 90 por los organismos de crédito internacionales con oficinas en la capital estadounidense), está mejor ubicada que las instituciones de Bretton Woods para extender ese asesoramiento.
La UNCTAD viene haciendo eso con su trabajo sobre acuerdos comerciales, especialmente el Sistema Global de Preferencias Comerciales Entre Países en Desarrollo y acuerdos de inversiones.
Ese trabajo se suma a un reconocimiento de que lograr lo máximo de la interdependencia económica más estrecha no se trata simplemente de una rápida liberalización, sino de un enfoque político más integrado, con atención en el espacio que los políticos necesitan para manejar un camino de crecimiento que sea más sostenible.
IPS: La cooperación Sur-Sur, ¿puede verse desde un ángulo de desarrollo más que político?
RKW: Tiene que ser desde ambos. La solidaridad y la empatía son la columna vertebral de la cooperación Sur-Sur, pero eso debe complementarse con vínculos económicos sólidos. En los últimos años, los dos han tendido a moverse según parámetros diferentes. Éste parece ser el momento correcto para caminar sobre ambas piernas, para usar un aforismo chino.
IPS: Uno de los elementos clave de potenciar la cooperación Sur-Sur es el compartir experiencias y conocimientos. ¿Puede subrayar algunas iniciativas de este tipo o asociaciones triangulares que hayan resultado exitosas?
RKW: Hay muchas, y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha sido muy diligente en la promoción de historias de éxito.
Actualmente la UNCTAD organiza una reunión de un grupo de expertos sobre la contribución de la cooperación Sur-Sur y triangular en el impulso a la seguridad alimentaria, y hay muchos ejemplos alentadores de tal cooperación en el sector agrícola.
IPS: ¿Cómo puede la cooperación Sur-Sur incrementar los esfuerzos de los países pobres por cumplir los Objetivos de Desarrollo de la ONU para el Milenio, entre ellos reducir a la mitad la proporción de indigentes y hambrientos para 2015, en relación a los valores de 1990?
RKW: El primer Objetivo del Milenio es la piedra fundamental de todo el esfuerzo de esas metas. También es el que representa un mayor desafío. La comunidad internacional puede ayudar aumentando la asistencia oficial al desarrollo, reduciendo las condiciones vinculadas a ella y estableciendo una economía mundial más equilibrada.
En todos estos sentidos, la responsabilidad recae claramente en los países industrializados. Personalmente me inclino a volver a mirar el Plan Marshall (propuesto en 1947 por Estados Unidos para reconstruir Europa tras la Segunda Guerra Mundial, 1939-1945), que todavía representa un punto alto de la cooperación para el desarrollo.
Los donantes tradicionales tienen mucho que aprender de la cooperación Sur-Sur.