MÉXICO: El campo se feminiza

Hay cambios que por silenciosos sólo se perciben cuando la nueva realidad se ha instalado. Es lo que sucedió en el campo mexicano, al que factores económicos y sociales han dejado en manos mayoritarias de las mujeres.

Verónica Martínez entre las flores que produce Crédito: Emilio Godoy/IPS
Verónica Martínez entre las flores que produce Crédito: Emilio Godoy/IPS
La emigración de los hombres a Estados Unidos y a otras regiones dentro del país o su éxodo a trabajos mejor remunerados, aunque permanezcan en el lugar, han llevado a la mujer a asumir tareas de producción y administración de los recursos en el mundo rural, coinciden autoridades del sector y expertos.

Fundamentalmente, la campesina mexicana ha llenado el vacío del varón, sumando a sus tareas anteriores la de agente productivo en una feminización de la economía rural, ha sintetizado el Banco Interamericano de Desarrollo.

Alberto Cárdenas, secretario (ministro) de Agricultura y Desarrollo Rural hasta el 7 de de este mes, explicó poco antes de dejar el cargo que ese despacho trata de reorientar sus prioridades y recursos para responder al hecho de "la feminización del campo" y cambiar la cultura y prácticas machistas en la actividad agrícola.

Verónica Martínez, productora de flores de 29 años, está al frente del negocio heredado de sus padres y ha recibido este año un crédito blando de 22.000 dólares de un fondo estatal, para reemplazar los cobertores de sus invernaderos en los 650 metros de terreno donde su familia comenzó a sembrar dalias hace 20 años.
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"Gracias a ello pude multiplicar la siembra", explicó a IPS en el pueblo de San Gregorio, al sur de la capital, mientras verificaba las 40.000 semillas recién plantadas de pensamiento y zempasúchitl, una flor amarilla muy usada en México el 2 de noviembre, cuando se celebra el Día de los Muertos.

San Gregorio forma parte de la demarcación del Xochimilco (campo de flores, en lengua náhuatl) que ahora integra el Distrito Federal y donde la tradición de cultivar flores en una especie de jardines flotantes en sus lagos, se remonta a tiempos ancestrales.

El caso de Martínez no es el mayoritario en las estadísticas, que dicen que el nuevo peso de la mujer en la agricultura no se tradujo en cambios notables en los patrones de la propiedad y del acceso a recursos como el agua y el crédito, en una ampliación de derechos o en un mayor liderazgo femenino en el desarrollo rural.

Al contrario, la situación de la mujer rural y de sus familias se ha deteriorado en un fenómeno paralelo al deterioro del agro mexicano, a consecuencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, con Canadá y Estados Unidos, que desde su entrada en vigor en 1994 ha puesto un torniquete al desarrollo agrícola mexicano.

La población de México es de 107,6 millones, de los que 24,2 millones viven en 196.000 localidades con menos de 2.500 habitantes. Algo más de la mitad de esa cifra, 12,3 millones, son mujeres, según datos del estatal Instituto Nacional de Estadística.

Sin embargo, las mujeres representan 25 por ciento de los 4,5 millones de quienes poseen títulos de propiedad de derechos agrarios. En el país hay 31.514 ejidos y comunidades que manejan casi 106 millones de hectáreas.

Un ejido es un territorio en usufructo por un grupo campesino, con base en la Ley Agraria de 1915, mientras que una comunidad rural es una explotación colectiva que data de muchos años, incluso centurias.

En la localidad de Santa Rosa de Lima, en el central estado de Querétaro, a unos 250 kilómetros al norte de la capital, un grupo de seis mujeres y un hombre formaron hace cuatro años la cooperativa Delicias Santa Rosa, que produce dulces de tamarindo y de guayaba, semillas tostadas y fruta cristalizada en azúcar, entre otras golosinas.

"Compramos la materia prima en la región y todo es artesanal", comentó a IPS Alejandra Olvera, una de sus integrantes.

Un fondo estatal les prestó 16.000 dólares en condiciones especiales, con lo que han adquirido un vehículo y herramientas, para mejorar su productividad y distribución.

"Es un proyecto rentable. Podemos vivir de esto y enviar a nuestros hijos a la escuela. Además, la mayoría de mujeres son mamás y así no salen de la comunidad", aseguró Olvera.

PUEBLOS SIN HOMBRES

Afianzar la sostenibilidad de comunidades rurales es uno de los retos en un país que ha visto como muchos pueblos quedaron literalmente "vaciados de hombres" en estados como los sureños Oaxaca y Guerrero, el noroccidental Michoacán o el central Guanajuato, en una masiva migración masculina a Estados Unidos y las ciudades.

A ello se suma la migración interna entre regiones agrícolas, en que familias enteras o varones solos se desplazan, generalmente desde el pobre sur del país hacia estados del norte como Sinaloa y Sonora, para trabajar en las empresas agroindustriales de esa zona.

Además, se estima que cada año cerca de un millón de personas dejan temporalmente sus lugares de residencia para trabajar en actividades agrícolas en el próspero norte mexicano. Estos jornaleros se desplazan en 55,4 por ciento en grupo familiar.

Las tareas agrícolas siguen siendo, en general, la dedicación de sólo 17,8 por ciento del total de los emigrantes rurales.

"La posición de la mujer se ha deteriorado, pues hay zonas donde la marginación es muy grande y es sobre todo allí donde por la migración masculina la mujer se ha hecho cargo de los ingresos del hogar", explicó a IPS José de la Cruz, profesor del privado Instituto de Estudios Superiores de Monterrey.

Al menos 60 por ciento de las mujeres que participan en la actividad económica en el área rural no reciben remuneración o trabajan por su cuenta y, en general, las mujeres del sector carecen de contrato y de acceso a prestaciones sociales.

En siete de cada 10 hogares campesinos la mujer es el único soporte de la economía familiar. Además, el ingreso de 34,7 por ciento de hogares con jefatura femenina es igual o inferior al salario mínimo mexicano y el de 34,3 por ciento oscila entre uno y dos salarios mínimos.

De hecho, sólo 31 por ciento de los hogares rurales que tienen al frente una mujer obtienen más de dos salarios mínimos al mes, que en México está situado en 120 dólares.

La Red de Promotoras y Asesoras Rurales realizó una encuesta a mujeres del campo en 11 de los 32 estados mexicanos, que evidenció que ellas soportan un aumento de trabajo, ingresos inmóviles, un menor consumo de alimentos y la combinación del impacto de bajos precios de sus productos y alza de bienes básicos de consumo, como aceite, carne y otros.

Para esta red, la manera de romper esta inercia es favorecer la producción para el autoconsumo y limitar la dependencia del mercado.

UNA NUEVA REALIDAD DE PARADOJAS

Entre las paradojas que florecen en el campo mexicano en la nueva realidad en construcción, destaca el que la migración hacia Estados Unidos haya alterado su desarrollo, pero sean a su vez los recursos provenientes de esa emigración los que sostienen el mundo rural.

En el primer semestre de 2009, México recibió 12.912 millones de dólares en remesas, pese a que este año este sector caerá en 11 por ciento por impacto de la crisis financiera mundial, según previsiones oficiales.

"El problema se exacerbó con la migración masculina y dejó a la mujer a expensas de trabajar en un campo sin recursos financieros y despoblado", subrayó De la Cruz.

Y esos recursos son mayoritariamente administrados por las mujeres que los emigrantes dejaron atrás, al cuidado de familias y tierras, cuando las tenían en propiedad o usufructo.

Aunque el gobierno ha puesto en marcha programas de apoyo a proyectos productivos dirigidos por mujeres, no ha logrado resolver los problemas de fondo del medio rural.

En 2008, las mujeres fueron beneficiarias de 32 por ciento de los programas de capacitación y asistencia técnica de la Secretaría de Agricultura y de 60 por ciento del proyecto Estratégico para la Seguridad Alimentaria, precisó Cárdenas antes de abandonar el cargo de secretario del sector.

"Los programas han sido positivos, pero tendrían que estar orientados al desarrollo de personas con mayor capacidad de emprendimiento. Deben de estar en función de generar mayor valor agregado", planteó de la Cruz.

La feminización agrícola se da en condiciones de desventaja porque la mujer ha estado tradicionalmente marginada de elementos primordiales en la producción, como la propiedad, el crédito o la asistencia técnica y financiera.

Además, su incorporación como productora por cuenta propia o asalariada se da en condiciones de más precariedad que el varón, por su menor escolaridad y capacitación, junto con el hecho de que debe compartir su nuevo papel con los que le eran tradicionales, como el hogar, la reproducción y la familia.

Pero expertos como De la Cruz y organismos nacionales e internacionales coinciden en que el rescate del entorno rural es una necesidad estratégica para México y que el mismo va a depender de que las mujeres del campo se capaciten y desarrollen como productoras, lo que a su vez conllevará cambios en sus roles tradicionales.

Sin embargo experiencias positivas en ese camino, como la de la floricultora Martínez o de la cooperativa Delicias Santa Rosa, son amenazadas por una conjunción de problemas como la recesión económica mexicana y la sequía que soporta buena parte de su territorio.

Una coyuntura que pone al mundo rural mexicano y a las mujeres a cuyo cargo está mayoritariamente ante una crisis en sus ya menguados ingresos y ante el riesgo de una crisis alimentaria.

Olvera tiene clara la receta para que eso no pase: "más recursos, más capacitación, más asistencia técnica y más participación en las decisiones para las mujeres". "Como haya sido, ahora el campo está en manos femeninas, dicen, pues entonces que se nos tenga en cuenta", sentenció.

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