DROGAS-EEUU: En Nueva York, la guerra continúa

Antes de cometer el error más grande de su vida, Anthony Papa vivía con su mujer y su hija de siete años y era dueño de una pequeña tienda de reparación de radios en Nueva York. Nunca había tenido problemas con la ley y disfrutaba con cosas sencillas.

En 1984 su vida dio un giro cuando uno de sus compañeros del equipo de bolos le ofreció ganar "dinero fácil" entregando un sobre de cocaína en la ciudad de Mount Vernon, en el estado de Nueva York, vecina del neoyorquino Bronx. Al principio Papa desechó la idea, pero tenía problemas económicos y finalmente aceptó.

Cuando llegó al lugar donde se realizaría la entrega, Papa comprendió que su compañero de juego trabajaba como agente encubierto de la policía, y que él había caído en una habitual operación antidrogas.

Veinte efectivos policiales lo esperaban para arrestarlo por la posesión de 127 gramos de cocaína, una cantidad pequeña, pero suficiente para configurar un delito que lo condujo directamente a una pena de 15 años de prisión.

En 1973, el gobernador del estado, Nelson Rockefeller, había promulgado unas leyes que cambiarían radicalmente la vida de miles de personas en Nueva York, con 20 millones de habitantes, especialmente las de las comunidades negras y latinoamericanas.
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La pena por vender dos onzas (56 gramos) de heroína, morfina, opio, cocaína o cannabis o por posesión de cuatro onzas (113 gramos) de cualquiera de esas sustancias pasó a ser la misma que por asesinato en segundo grado: un mínimo de 15 años de prisión y un máximo de cadena perpetua.

Rockefeller, empresario, filántropo y miembro del Partido Republicano, fue investido gobernador en 1959 y promulgó las leyes el 8 de mayo de 1973. Aquella era una época de calles neoyorquinas repletas de heroína y otras drogas de moda y con abundancia de delincuencia y violencia.

La legislación, conocida como las leyes Rockefeller, tenía el fin declarado de combatir a los grandes jefes de las organizaciones criminales. Se convirtió en la más severa de todo el país, y Nueva York pronto fue emulada por otros estados.

El país abrazaba el concepto de "guerra contra las drogas", que ha impregnado el derecho internacional en materia de estupefacientes y que ha tenido importantes repercusiones políticas, militares y sociales en el continente americano.

Lo más grave de las leyes Rockefeller, alegan los críticos, fue que privaron a los jueces de su libertad de criterio, obligándolos a aplicar las penas con base únicamente en la cantidad de droga involucrada, y sin considerar ningún atenuante, como la historia del acusado, su papel en el delito y las circunstancias en que se cometió. Pasó a ser irrelevante, por ejemplo, si la persona tenía o no antecedentes penales.

Desestimados los atenuantes, la única vía para una sentencia menor es cooperar con la investigación, una opción que sólo tienen quienes están más comprometidos en la organización delictiva y por lo tanto poseen información valiosa para dar. Así, las sentencias más largas son para los vendedores de menudeo o para los adictos que sólo venden droga para poder seguir consumiendo.

El resultado actual son unas 15.000 personas recluidas en prisiones de máxima seguridad, sin que se haya abatido el narcotráfico ni la adicción a la cocaína en Nueva York, alega la campaña Real Reform New York, que promueve cambios profundos a las leyes Rockefeller.

Los más afectados son los afrodescendientes y los latinoamericanos, que constituyen 92 por ciento de los condenados bajo esta legislación.

Aunque el consumo y el tráfico de drogas se dan por igual entre las distintas comunidades étnicas, hay 11 veces más negros y "latinos" que blancos presos por estos delitos.

Esto se debe a que la mayoría de los arrestos se llevan a cabo en áreas urbanas pobres, habitadas por esas minorías. "Esto ocurre a pesar de que los blancos consumen más o menos la misma cantidad de droga que los negros", dijo Papa.

Muchos piensan que esto se debe a la política policial estadounidense. "Los policías prefieren que las cárceles estén llenas de presos por drogas no violentos", alegó Papa.

En 2004 se introdujeron tibios cambios a las normas, reduciendo los períodos de algunas penas, pero que no modificaron el panorama sustancialmente.

El 24 de abril de este año el gobernador David Paterson, del Partido Demócrata, promulgó una reforma que habilitó a los tribunales a considerar el papel que el acusado tuvo en el delito y a derivar a los adictos a centros de rehabilitación y no a las prisiones.

Sin embargo, la campaña por una reforma profunda de las leyes Rockefeller continúa y hay varias propuestas a estudio.

"Necesitamos más reformas para sacar de la cárcel a las personas que han sido condenadas con largas penas por delitos no violentos", dijo Papa.

En Estados Unidos "hay más de medio millón de personas en estas condiciones y muchas de ellas necesitan tratamiento en lugar de estar encerradas en una celda", agregó.

Papa fue sentenciado a permanecer 15 años en la prisión de máxima seguridad de Sing Sing. "Aquello era una horrible pesadilla", recordó. "No sabía cómo sobrevivir, hasta que la negatividad de la cárcel me llevó a descubrir el arte de pintar".

Ese descubrimiento artístico condujo a que algunos de sus cuadros se exhibieran en el Whitney Museum y a que el gobernador George Pataki (1995-2006) se interesara en su historia en 1996 y le concediera la libertad anticipada.

Así Papa logró salir de prisión luego de 12 años. "Cuando salí de allí no sabía qué iba a hacer con mi vida, así que empecé a dar charlas en universidades, entre adolescentes, y me convertí en activista", relató.

"Empezamos a organizarnos y a recorrer las calles para hacer presión, para cambiar a la opinión pública y lograr que, a su vez, los políticos quisieran cambiar la ley", dijo.

Desde que experimentó la vida en la cárcel y las consecuencias de un sistema "injusto", ha dedicado todas sus fuerzas a luchar contra este tipo de leyes.

Papa es hoy director de comunicación de la no gubernamental Drug Policy Alliance y fundó la asociación Mothers of the New York Disappeared (Madres de Desaparecidos en Nueva York, dedicadas a denunciar la "virtual desaparición de los presos por drogas en los confines del complejo industrial carcelario de Estados Unidos").

También escribió el libro "15 to Life", que será llevado a la pantalla por el cineasta Brian Swibel. "Tengo la esperanza de que se convierta en una importante película que critique la guerra contra la droga y sea un llamado de atención para reformar estas leyes", comentó.

Muchos políticos se han manifestado sobre el tema, como el senador por Virginia, Jim Webb, para quien no solo se necesitan cambios, sino que la reclusión prolongada de decenas de miles de personas se ha convertido en una "desgracia nacional".

En cambio, el senador estadual Dale Volker consideró "terrible" que Nueva York llegue a desmantelar las leyes antidrogas. "Estas reformas permitirán que los drogadictos puedan enseñar a nuestros hijos, que puedan ser médicos, profesores, enfermeros", ejemplificó el legislador en un discurso pronunciado en mayo.

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