CLIMA: Otro año de El Niño

El fenómeno meteorológico de El Niño, temible por las secuelas devastadoras que dejaron algunas de sus últimas apariciones en gran parte del mundo, sobre todo en 1997, está de vuelta, aunque esta vez se presenta «de débil a moderado», dijo la agencia especializada de la ONU.

El recién llegado amenaza con disminuir el vigor de los monzones, los vientos húmedos que cada año refrescan a toda Asia del sur, extender la sequía por las llanuras australianas o descargar nuevos diluvios sobre partes de América Latina, como 12 años atrás.

Un experto de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), Rupa Kumar Kolli, precisó que El Niño/Oscilación del Sur (ENOS) quedó claramente establecido entre junio y julio, aunque informes de algunos servicios meteorológicos nacionales dieron por consolidado el fenómeno ya en mayo.

Las predicciones adelantan que el fenómeno se prolongará hasta fines de 2009 y con probabilidad también durante el primer trimestre de 2010, hasta donde llegan esas previsiones científicas.

El Niño, fase cálida de ENOS toma cuerpo cuando aumenta la temperatura superficial del agua en las áreas oriental y central del Pacífico ecuatorial. Ese calentamiento de las aguas de la mayor cuenca oceánica del planeta, sumado a otros patrones de circulación atmosférica de gran escala, ocasiona significativos efectos climáticos regionales que se observan en gran parte del mundo.
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Kolli hizo hincapié en que El Niño no es el único factor determinante de la destrucción de infraestructuras, cultivos y ganados. Siempre actúa asociado con otros fenómenos también desoladores.

Pero desde el punto de vista climatológico, El Niño se asocia con el debilitamiento de los monzones en los trópicos, en particular en la región de Asia meridional, indicó el científico de la OMM, una institución con sede en esta ciudad suiza, que pertenece al sistema de la ONU (Organización de las Naciones Unidas).

En efecto, la información disponible confirma que Asia meridional ya afronta una intensa sequía a causa de la actividad muy debilitada de la actual temporada monzónica dijo Kolli.

Sin embargo, los monzones siguen patrones estacionales propios, que son independientes de El Niño. En Asia del sur esos vientos predominan entre junio y septiembre, con un comportamiento bastante estable que no cambia de año en año.

La intensidad de El Niño muchas veces no guarda relación con el grado de severidad de las sequías, como ocurre actualmente en esa región asiática. Así fue como el episodio de El Niño hasta ahora más potente, de 1997, no tuvo efecto alguno en el monzón de ese año en Asia meridional, que fue absolutamente normal, recalcó el experto de la OMM.

Con respecto a África, El Niño deja habitualmente sus huellas en la región oriental del continente. La mayoría de las consecuencias del fenómeno se registran en las zonas tropicales, recordó.

Tampoco salen indemnes de los efectos de El Niño otras regiones ubicadas en altas latitudes. Sin embargo, desde un punto de vista estrictamente climatológico, las consecuencias de El Niño en Europa no son fuertes.

En cuanto a América Latina, es probable que esta vez el fenómeno no cause los perjuicios que dejó en 1997 porque no presenta los mismos rasgos de intensidad de entonces.

En esa oportunidad, las condiciones fueron severas no sólo en los países cercanos a las aguas orientales del Pacífico ecuatorial, sino que también llegaron con rudeza hasta las regiones de Indonesia y Australia, rememoró Kolli. Empero, los efectos fueron mínimos o marginales en el sur de Asia, agregó.

De todos modos, los países de América Latina han dado señales de mantenerse alertas ante la reaparición del fenómeno. El ministro de Justicia de Perú, Aurelio Pastor Valdivieso, dijo a comienzos de este mes en Ginebra que el gobierno de su país se apresta a recibir a El Niño con medidas de prevención.

El funcionario dio esas seguridades al Comité de la ONU sobre la Eliminación de la Discriminación Racial, un cuerpo integrado por expertos independientes que se preocupa por la indefensión de minorías raciales, como los pueblos indígenas asentados en Perú, cuando sobrevienen desastres naturales como los que ocasiona El Niño.

Kolli resaltó un ángulo positivo de El Niño. Las predicciones climáticas adelantan que este año, y debido a la presencia del fenómeno, será más débil la temporada de huracanes que nacen en el océano Atlántico ecuatorial y se desplazan enfurecidos hacia el Caribe y América del Norte.

La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, ya lanzó un aviso sobre ese debilitamiento, observó el experto.

Así como El Niño nace cuando sube la temperatura de la superficie central y oriental del Pacífico ecuatorial, al enfriarse esas aguas por debajo de lo normal aparece La Niña, fase fría del ENOS, que algunas regiones produce los efectos opuestos.

También hay períodos neutros, cuando las temperaturas se mantienen en niveles normales, como el que acaba de concluir con la consolidación de El Niño.

Kolli subrayó que por el momento no hay datos sólidos de lo que ocurrirá después del primer trimestre de 2010, cuando podría continuar El Niño, revertirse el fenómeno hacia las condiciones de La Niña o volver a la misma situación neutra de comienzos de 2009 y finales de 2008.

Los registros históricos demuestran que existe un 25 por ciento de posibilidades de que sobrevengan El Niño o La Niña, y un restante 50 por ciento de que se establezca un sistema neutro.

En términos de frecuencia, tanto El Niño como La Niña pueden presentarse con intervalos de dos a cinco años. La última evaluación de la OMM indicaba que existía un 50 por ciento de probabilidades del establecimiento de El Niño, como ha ocurrido.

Los datos archivados por los científicos se remontan a más de 200 o 300 años, dijo Kolli. Del examen de esas informaciones surge que no hay un aumento perceptible en la frecuencia de esos eventos, que a veces pueden llegar a ausentarse hasta por siete años. Por esa razón la frecuencia promedio se extiende de dos a cinco años.

Finalmente, Kolli indicó que los científicos han deducido que no existen evidencias concluyentes de un vínculo entre el recalentamiento global y el ENOS en términos de frecuencia o de intensidad.

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