AGRICULTURA: Potenciales beneficios de la recesión

El sector agrícola de América Latina y el Caribe es poderoso. La crisis financiera puede ayudar a convertirlo en el motor de desarrollo que debería ser y aún no es, dijo, entrevistada por IPS, Josefina Stubbs, directora de la división del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA) para esta región.

Josefina Stubbs Crédito: Sabina Zaccaro/IPS
Josefina Stubbs Crédito: Sabina Zaccaro/IPS
IPS: ¿Cuáles son los efectos de la recesión en la agricultura de América Latina? ¿Existe riesgo de que pueda aumentar la pobreza rural?

JOSEFINA STUBBS: Aunque suene un poco extraño, la crisis financiera presenta una oportunidad para el sector rural, porque los países, los gobiernos, las poblaciones y los productores cada vez se dan más cuenta de que en América Latina alrededor de 60 por ciento de los alimentos que consumen son cultivados por pequeños productores.

En un país como Brasil, de más de 189 millones de habitantes, la agricultura familiar —en un terreno de pequeña escala, normalmente manejado por gente muy pobre— produce 70 por ciento de los alimentos.

Estamos hablando de una fuerza enorme, no sólo en términos de la cantidad de empleos en la producción a pequeña escala. El potencial de estas personas es simplemente extraordinario.

El caso de Brasil es realmente interesante. El Ministerio de Desarrollo Agrario creó un sistema para apoyar a los pequeños productores para que produzcan alimentos, acceso al financiamiento de nuevos modelos, pero al mismo tiempo garantizándoles un mercado.
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Además, compran los alimentos a algunos de estos productores para distribuirlos en escuelas y hospitales. Brasil demuestra que los agricultores pueden tener algún mercado en el país que adquiera sus productos para alimentar al resto de la población y generar ingresos para los sectores rurales.

IPS: ¿Brasil es una excepción?

JS: Otro ejemplo es Guatemala. Los acuerdos internacionales de comercio y otras oportunidades ofrecen a los agricultores guatemaltecos posibilidades para colocar sus productos en el mercado. En los últimos 10 o 15 años, ese país se convirtió en el mayor exportador de verduras a Estados Unidos gracias a productores de muy pequeña escala.

IPS: ¿Qué relación hay entre este fenómeno y la crisis financiera?

JS: En Haití, Guatemala y otros países me dijeron: "Venimos importando gran cantidad de alimentos para darle de comer al pueblo". Comprar alimentos en los mercados internacionales significa que tenemos que prescindir de nuestra divisa. Eso, en América Latina, significa usar dólares. Cada dólar que usan para importar alimentos es un dólar que no se puede usar para brindar servicios dentro del país. La misma lógica se aplica en Cuba y en Haití, que se encaminan a tener serios problemas de escasez de alimentos.

Espero que los debates sobre la crisis incluyan el desarrollo rural y la inversión en la agricultura de pequeña escala como medio de ingreso de divisas extranjeras, pero también en términos de creación de empleo y de afianzamiento de la seguridad alimentaria.

El desafío es cómo estimular la agricultura como medio de promover la economía de los países y crear empleos, pero también como mecanismo para cerrar la brecha. Los avances que mencioné antes tienen que combinarse con la producción. Ése es el gran desafío que tenemos por delante en la región.

IPS: ¿Preocupa la inseguridad alimentaria en América Latina? ¿En qué áreas?

JS: La inseguridad surge en la medida en que un país se vuelve dependiente de otros para alimentar a su población. La región está reconociendo que la seguridad alimentaria es importante, que no puede depender totalmente de la importación de comida, dadas las fluctuaciones del mercado internacional.

América Central y el Caribe es la región que más ha sufrido en esta crisis. Cuando hay escasez de maíz, en el caso de México, significa carencias en la dieta, pero también de alimento para los pollos. Significa que hay que importar mucho trigo para fabricar pan.

Lo que realmente me sorprende es cuántos pequeños productores en toda América Latina sólo necesitan lo básico. No se sientan a esperar que los gobiernos les den: simplemente necesitan los insumos básicos para producir, organizarse y acceder al mercado. No son necesariamente dependientes.

IPS: ¿Se distribuyen equitativamente las oportunidades entre la población rural masculina y la femenina? ¿Las agricultoras tienen un acceso igualitario a tierra, a créditos y a salarios?

JS: Aunque parezca ir contra lo que comúnmente se cree, casi todos los países de América Latina han reformado sus leyes para que las mujeres tengan igual acceso que los hombres a la tierra y a su propiedad.

Pero está claro que el problema no sólo tiene que ver con el acceso a la tierra. La cuestión es que las mujeres tienen más problemas para conseguir un préstamo bancario. No tienen un acceso equitativo al crédito ni a los insumos agrícolas, como semillas y fertilizantes. Allí radica el problema ahora. Y es precisamente allí donde hemos sido muy rigurosos en nuestros proyectos, por ejemplo, en países como Haití.

Nos estamos asegurando de que las organizaciones comunitarias con las que trabajamos incluyan a mujeres. Trabajamos directamente con organizaciones femeninas para controlar que nuestro proyecto las ayude realmente a acceder a los insumos.

La cuestión ya no radica en la ley, sino más bien en la práctica, y en cómo controlamos de modo responsable que las mujeres tengan realmente oportunidades equitativas.

IPS: ¿Dónde se necesita particular control?

JS: Un área en la que todavía estamos rezagados es el acceso de las mujeres al mercado. Una vez que van a las organizaciones de productores y quieren vincularse con las compañías compradoras, hay una brecha. Porque ellas no tienen la información, la tecnología, los contactos. Normalmente no van a las reuniones con los compradores extranjeros. Cada vez que hay una gira para presentar un producto se ven, mayoritariamente, hombres.

Pienso que es necesario mover el debate y mirar lo intangible —los servicios, el acceso a la información—, porque es allí donde las mujeres son dejadas atrás en este momento. Y esto, pese a que las mujeres todavía son las mayores productoras de alimentos para las familias y las comunidades, y todo lo que va al mercado cercano es producido por ellas.

IPS: ¿Ve alguna posibilidad de que los agricultores puedan participar en el debate sobre el cambio climático, que les afecta tanto?

JS: La agricultura genera una cantidad impresionante de dióxido de carbono, a causa del uso de productos químicos y fertilizantes. Creemos que si integramos mejor las prácticas de manejo ambiental y del cambio climático en el sector agrícola, la agricultura a pequeña y gran escala puede contribuir con un mejor clima.

También necesitamos incluir la silvicultura. Por motivos ambientales pero también porque en América Latina son los pobres que viven en los bosques quienes mantienen vivos esos ecosistemas. Los indígenas son los mejores guardianes de los bosques: eso está demostrado.

IPS: ¿Cómo pueden las poblaciones originarias y pobres acceder a los beneficios de la captura de carbono, cuando sus derechos sobre la tierra son precarios o, directamente, no existen?

JS: Pueden beneficiarse si los instrumentos se adaptan para beneficiar a los más pobres. En este momento, el sistema no ayuda a los más pobres. Es tan complicado que para que esas comunidades accedan a él tendrían que contar con un ejército de especialistas en capturar carbono.

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