AGRICULTURA-MALAWI: Subsidios potencian cosechas

En las últimas tres temporadas de cultivo, la familia de Bernadette Banda, en la aldea de Chidambo —centro de Malawi—, duplicó la cosecha de maíz gracias un programa gubernamental de subsidios a los insumos agrícolas.

Semillas híbridas de maíz y fertilizantes subsidiados ayudaron a mejorar las cosechas y los ingresos de los hogares para más de 1,7 millones de familias agricultoras en el país más densamente poblado de África austral. Pequeños cultivadores pobres como la familia Banda han constatado que los subsidios pueden revertir una crisis alimentaria si se aplican correctamente. Sin embargo, donantes como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional se oponen a ellos. Cómo Malawi logró su "Revolución Verde" e hizo frente a la crisis alimentaria fue el tema central del Diálogo sobre Políticas entre Participantes Regionales, convocado por la Red de Estudios Políticos sobre Alimentos, Agricultura y Recursos Naturales (FANRPAN) del 1 al 5 de este mes en Lilongwe. En 2005, Malawi sufrió una importante hambruna, en la que más de cinco millones de personas necesitaron asistencia. Tres años más tarde, este país pasó drásticamente a convertirse en un neto exportador de alimentos, con una cosecha de maíz en lo que va de este año de 2,6 millones de toneladas, la más elevada de la que se tenga registro. "Solíamos tener escasez alimentaria, pero ahora eso ha cambiado como resultado del programa de subsidios. Mi familia tiene suficiente para comer y podemos vender parte del maíz para obtener efectivo", dijo Banda. Aunque el programa de subsidios puede no ser la solución mágica para la crisis mundial, ha reafirmado la seguridad alimentaria en Malawi. Banda explicó que las extraordinarias y sostenidas cosechas de maíz han liberado a su familia del hambre y les han dado una mejor perspectiva de la vida. En un país donde casi 7,2 millones de personas —60 por ciento de la población— viven bajo la línea de pobreza, cada saco extra de granos cosechados y cada moneda extra que se gana hacen una gran diferencia. El lugar donde viven los Banda en Chidambo bulle de actividad. Los ladrillos son moldeados y prolijamente alineados para secarse al sol. Son para una nueva casa para los Banda y sus cinco hijos. A poca distancia de su hogar vive otro agricultor, David Mpezeni, de 32 años. Mpezeni ahorró algunas de las ganancias obtenidas de la venta de granos excedentarios en una cuenta abierta en el banco de la aldea. Así construyó una casa de ladrillos con un techo de hierro forjado. "Estoy seguro desde el punto de vista alimentario", dijo señalando a un tradicional granero lleno. "Este granero alberga una cosecha de siete carros tirados por bueyes cargados (alrededor de una tonelada de maíz). Con el maíz excedentario que vendí pude construir una casa nueva que es mejor que la vieja de paja", dijo. Funcionarios del gobierno, representantes del sector privado e investigadores dicen que la productividad del maíz es prueba de que con las políticas adecuadas Malawi puede decirle adiós a la asistencia alimentaria internacional.

Como resultado del programa de subsidios, la producción de granos de Malawi se triplicó, al pasar de 1,2 millones de toneladas en 2005 a 3,4 millones de toneladas en 2006 y 2007. Se trató de una intervención política del gobierno que cambió la suerte alimentaria del país a tal grado que ha exportado granos a su vecino Zimbabwe. El presidente de Malawi, Bingu wa Mutharika —también ministro de Agricultura— arriesgó el apoyo de los donantes internacionales al promover el programa de subsidios. El gobierno distribuyó vales por semillas y fertilizantes permitiendo a minifundistas comprar dos sacos de 50 kilogramos de fertilizante que normalmente costarían el equivalente a 14 dólares por alrededor de un quinto del precio del mercado. Además, los cultivadores recibieron un cupón por semillas de maíz. Los rendimientos promedio por hectárea se multiplicaron. Al comienzo, los donantes se opusieron al programa, pero luego, al ver los resultados espectaculares, algunos cambiaron de opinión. "Malawi y toda África necesitan subsidios, porque dentro de los tres años del plan nuestros cultivadores se han beneficiado", dijo Andrew Daudi, secretario principal en el Ministerio de Agricultura. Este año, el gobierno presupuestó unos 14 millones de dólares para el programa, que incluirá la provisión de pesticidas y espacio de almacenamiento. Los actores del sector privado también fueron conquistados. Lo que preocupa es que el plan de subsidios cause un déficit de combustible y altere el mercado, además de ser costoso de administrar. Muchos en el sector agrícola destacan el salto en la producción de maíz, ahorrándole al país millones de dólares en asistencia alimentaria importada, y elogian el programa por promover "asociaciones inteligentes" con el gobierno. "No hay dudas de que el programa es un éxito. Inicialmente pensamos que sería devastador para la industria de los fertilizantes y que el gobierno dominaría todo el proceso. Pero, con el diálogo entre nosotros y el gobierno, trabajamos juntos y llegamos a una fórmula que promoviera nuestros negocios y asistiera al gobierno al mismo tiempo", dijo Dimitri Giannakis, presidente de la Asociación de Fertilizantes de Malawi. La Asociación de Comerciantes de Semillas, que representa a ocho compañías, ha reportado un aumento de alrededor de 40 por ciento en las ventas reales al hacer participar a los proveedores de semillas desde el inicio del programa de subsidios. Pero al programa no le faltan desafíos. Los agricultores y las organizaciones de derechos humanos quieren que sean incluidas más personas. Además, el plan necesita ajustar los tiempos para que los cultivadores obtengan los insumos en tiempo y forma. "Los subsidios son buenos y deberíamos defenderlos, pero no indefinidamente", dijo Richard Kachule, investigador del Bunda College, que coordinó un estudio sobre el programa de insumos. La investigación fue financiada por la FANRPAN, que promueve las políticas de seguridad alimentaria efectiva en África austral.

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