MUJERES: «Se cortaron las herramientas para promover la equidad»

La desigualdad entre hombres y mujeres «no siempre coincide con la pobreza. Por eso no debemos posponer esto para cuando seamos ricos y felices, porque podemos llegar a enriquecernos sin lograr la equidad de género», dijo a IPS el uruguayo Roberto Bissio, coordinador de la red internacional Social Watch.

Roberto Bissio, coordinador de Social Watch. Crédito: Eurostep.
Roberto Bissio, coordinador de Social Watch. Crédito: Eurostep.
Más de la mitad de la población femenina del mundo vive en países que no han registrado progresos para cerrar la brecha entre hombres y mujeres en los últimos años, concluye la última edición del Índice de Equidad de Género, presentado en febrero por Social Watch (Control Ciudadano), una coalición internacional de organizaciones ciudadanas.

Una de las consignas de las organizaciones y movimientos que defienden los derechos de las mujeres es que los pactos y compromisos internacionales incorporen medidas específicas para financiar políticas que reduzcan la brecha de género.

Este año se revisarán dos de los acuerdos internacionales para la ayuda al desarrollo, y en ellos se concentran los esfuerzos de los activistas.

En septiembre, en Accra, se examinarán los compromisos asumidos en 2005 en la Declaración de París sobre la Eficacia de la Ayuda al Desarrollo, un acuerdo entre los gobiernos y las agencias de cooperación internacionales con el objetivo de armonizar y mejorar la administración de la asistencia.
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Y a fines noviembre, en Doha, comenzará la reunión para evaluar el cumplimiento de la agenda del Consenso de Monterrey, adoptado en 2002, en la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo.

No hay financiamiento para promover la equidad de género, y "las herramientas que la harían posible han sido cortadas por mecanismos como los acuerdos de libre comercio o las propias políticas de desarrollo", afirmó Bissio en esta entrevista concedida a IPS.

IPS: — Social Watch creó el Índice de Equidad de Género para medir la brecha entre hombres y mujeres, ¿qué aspectos toma en cuenta y a qué resultados generales llega?

ROBERTO BISSIO: — Se construye a partir de las dimensiones educativa, económica y de poder. La educativa es la que mayor equidad ha logrado mundialmente. Hoy en día las mujeres están prácticamente a la par de los hombres en la educación, mientras que hay escasa participación de ellas en los organismos de toma de decisiones. En lo económico, que toma en cuenta el mercado de trabajo, la desigualdad también es significativa.

La inequidad de género no siempre coincide con la pobreza. Puede haber un país rico con una brecha mayor entre hombres y mujeres que en un país pobre. Por lo tanto, no debemos posponer estos temas para cuando seamos ricos y felices porque podemos llegar a enriquecernos sin lograr la equidad de género.

— En el marco de la ayuda al desarrollo, ¿a cuánto asciende la financiación para fomentar la equidad de género?

— No existen líneas de financiamiento específicas, eso dificulta la superación de la brecha entre hombres y mujeres. Las herramientas que harían posible la equidad de género han sido cortadas por mecanismos como los acuerdos de libre comercio o por las propias políticas de desarrollo.

Por otro lado, muchos gobiernos siguen insistiendo en políticas enfocadas en la educación y dejan de lado las dimensiones económica y política, que son las que en este momento presentan mayor inequidad de género.

— ¿Qué han hecho los gobiernos para mejorar la situación de las mujeres tras la Declaración de París?

— Nada que se pueda medir. Se menciona la equidad de género en la declaración, pero no entre los indicadores que miden los progresos. De las 12 metas que se acompañan con una serie de cifras a alcanzar en 2010, ninguna se refiere a la situación de la mujer.

Decir que se van a ocupar de esto es una declaración de buenas intenciones. Algunas organizaciones analizan si las políticas de esa declaración son positivas para las mujeres y concluyen que el conjunto de las medidas macroeconómicas y de gobernanza sugeridas quitan capacidad a los gobiernos nacionales de apoyar proyectos de acción positiva hacia la mujer.

— Entonces, ¿qué expectativas tienen frente a la revisión de los compromisos de París?

— Hay cierta frustración porque el documento borrador que existe hasta el momento es muy pobre, busca complacer a todo el mundo con un mínimo común denominador y no dice nada.

— A diferencia de la Declaración de París, el Consenso de Monterrey sí enfatiza la promoción de la equidad de género…

— Sí, como conferencia de las Naciones Unidas, tiene una perspectiva más holística, también toma en cuenta los mecanismos y el manejo de la ayuda. Hay mayor preocupación por la situación de las mujeres, se identifican una serie de medidas como, por ejemplo, analizar los presupuestos de los estados en función del gasto y de cómo impacta de manera diferenciada entre hombres y mujeres.

Se reconoce que la igualdad jurídica no alcanza, que a la hora del ejercicio real de esos derechos aparecen los problemas, y en este aspecto es importante la asignación de los recursos presupuestarios.

En Monterrey se introdujeron conceptos importantes, como que hay problemas que se denominan sistémicos, que tienen que ver con el mal funcionamiento del sistema global y que hay una interacción entre los mecanismos financieros, los del comercio y los de la ayuda que no se pueden ver por separado.

Por ejemplo, las agencias de cooperación pueden ayudar a los campesinos a producir algodón, pero luego las políticas locales de subsidios les impiden exportar esa producción. El Consenso enfatizó en la coherencia de esas políticas, aunque no se ha avanzado mucho en eso, sí se han identificado algunos problemas en algunas áreas que antes eran impensables en la agenda internacional.

— ¿A qué se refiere?

— Al funcionamiento de las finanzas internacionales, por ejemplo. Ahora todo el mundo sabe que la volatilidad y la fuga de capitales impactan socialmente no sólo en los países pobres, sino en muchos ricos. Asistimos a crisis financieras en Europa y Estados Unidos que hace poco padecieron Asia y América Latina.

También en la cuestión de justicia impositiva, hay un reconocimiento de la evasión de quienes más tienen y, por lo tanto, se habla de la necesidad de suprimir los paraísos fiscales. Esos son algunos temas en los que tal vez se pueda esperar algunos resultados. Y no se puede disociar estos temas globales con la equidad de género.

— ¿Que medidas están impulsando los países donantes para mejorar la equidad de género?

— Se están implementando mecanismos para saber cuál es el componente de género dentro de los distintos programas que se apoyan. Es un primer paso para mejorar las medidas. Pero el mayor problema es la incoherencia de las políticas, porque si se miran en conjunto se ve que los países donantes también son los países acreedores y los que negocian los términos del comercio.

— ¿Qué esperan las organizaciones sociales de la revisión del Consenso de Monterrey que se llevará a cabo en Doha?

— Las esperanzas apuntan a la posibilidad de generar nuevos mecanismos para financiar el desarrollo con, por ejemplo, impuestos a las emisiones de carbono, a las transacciones financieras internacionales, que podrían generar recursos y mejorar el ambiente. Existe la esperanza de que se pueda avanzar en esos temas, dentro de las dificultades que conocemos, como el unilateralismo de Estados Unidos.

— ¿Cuál es la capacidad de presión que tienen estas organizaciones?

— Dependerá de lo visible que se vuelve el tema. Cuando una reunión de gobiernos se hace pública, los delegados de los países tienen que dar explicaciones de los acuerdos a la ciudadanía. Afortunadamente, la gente está pidiendo más rendición de cuentas, lo que permite conseguir mejores resultados.

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