SALUD-CHILE: Estado financia servicio de medicina mapuche

Un hospital convencional y un centro de medicina mapuche, atendido por curanderas que examinan la orina y recetan infusiones, conviven en una experiencia única: el Complejo de Salud Intercultural de la sureña región chilena de la Araucanía.

Recepción del centro de medicina mapuche. Crédito: Daniela Estrada
Recepción del centro de medicina mapuche. Crédito: Daniela Estrada
María Lefio, 66 años, camina con dificultad por la artrosis de sus dos rodillas, diagnosticada seis años atrás en un consultorio público. Su único alivio eran los analgésicos.

Pero las pastillas "ya no me hacían nada", dice a Tierramérica en la sala de espera del centro de medicina mapuche, situado en la comuna de Nueva Imperial, 670 kilómetros al sur de Santiago.

Es la tercera vez que Lefio va a buscar el "lawen" (remedio, en lengua mapuzungun) que le recetó una de las 14 "machis" (curanderas) que atienden allí: una infusión de hierbas de color pardo, envasada en dos botellas de plástico transparente.

"Desde que tomo el lawen me he sentido mejor, ya no uso bastón", asegura Lefio, de ascendencia mapuche, pero que nunca había recurrido a una machi.
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"En mi comunidad no hay machis (casi siempre mujeres), todas se murieron, se perdió la tradición", explica Lefio, madre de seis hijos.

Las machis, y el "ngütamchefe" (componedor de huesos) atienden aquí de lunes a sábado de 8:00 a 17:00 horas, y son ellos quienes recolectan las hierbas y preparan las infusiones, a cambio de una pequeña retribución monetaria que les entrega la Asociación Indígena Newentuleaiñ, administradora del centro. También participan 11 "lonkos" (jefes) que dictan talleres de difusión cultural.

Los pacientes, o "kutranches", deben cumplir cuatro requisitos para ser atendidos sin pagar: mostrar la cédula de identidad, estar inscritos en el Fondo Nacional de Salud, llenar una carta de consentimiento informado y llevar la primera orina del día, aunque las machis pueden inclusive diagnosticar a distancia, sólo con la ropa del enfermo.

Según estadísticas de 2006, el pueblo mapuche está conformado por 922.833 personas que representan 87,2 por ciento de los indígenas chilenos. Casi 30 por ciento de ellos residen en la Araucanía.

El Complejo fue inaugurado en agosto de 2006 por la presidenta Michelle Bachelet. A la izquierda del predio se levanta el nuevo hospital de medicina convencional de la región, que sirve a ocho comunas. A la derecha está emplazado el centro indígena.

Sus impulsores fueron los dirigentes mapuches de Nueva Imperial, movilizados durante más de una década para abrir espacios dentro del sistema de salud.

Mediante un convenio anual renovable, el estatal Servicio de Salud de la Araucanía Sur entrega al centro los recursos financieros para operar. Su edificio fue cedido por el Estado en comodato.

EL DON DE SANAR

Las machis heredan el don de sanar de sus antepasados. Según la cosmovisión mapuche, la enfermedad se produce cuando la persona ha hecho algo malo o siente temor. El rol de las curanderas es restablecer el equilibrio entre cuerpo, mente y espíritu.

La machi Juana Licanqueo cuenta a Tierramérica que antes de aceptar la proposición del centro debió consultar a su dios, Nguenechen.

Aunque le gusta sanar, estuvo a punto de abandonar el proyecto. Un día se sintió decaída, no quería levantarse de la cama. Pensó que su dios la había castigado. Pero mejoró y volvió a ponerse a disposición de los más de 60 pacientes que llegan a diario.

"Limitamos los cupos porque este proyecto se creó para los mapuches del campo, que no tienen recursos", indica a Tierramérica Doraliza Millalen, presidenta de la Asociación. Pero también se atiende a indígenas urbanos y a "chilenos".

"Si abriéramos la puerta sólo a los chilenos, no habría espacio para la gente mapuche", dice entre risas Millalen.

Carmen Riffo, de 50 años, llegó a esta medicina ancestral tras una década de tratamiento por depresión en hospitales públicos.

Riffo, que no es indígena, tiene visiones, pierde el conocimiento y carece de energía. Hace cinco años fue a visitar a una machi, quien le dijo que había sido víctima de una brujería. Inició un tratamiento, pero no pudo seguir pagándolo. Hoy concurre al centro gratuito y dice sentirse mejor, sobre todo porque es comprendida.

¿SALUD INTERCULTURAL?

Aunque están juntos, el hospital y el centro mapuche distan de tener una relación estrecha, sobre todo en el plano médico. Hasta ahora ambas jefaturas sólo elaboraron un formulario de derivaciones.

Las machis recomiendan continuamente a sus pacientes más graves tratarse con la medicina occidental, pero sólo un médico del hospital ha hecho el camino inverso. En el centro mapuche no se opera ni se atienden partos, aunque posee una sala de hospitalización ("amukon").

"Si la construcción de esta sede demoró una década, a lo mejor tendrán que pasar otros 10 años para que podamos interactuar más fluidamente", dice Millalen.

El primer año de funcionamiento no fue fácil. Sin marco jurídico que reconozca la medicina indígena como tal, deben ajustarse a las normas administrativas y las leyes laborales vigentes como cualquier entidad privada, lo que colisiona con sus costumbres, agrega.

Esto ha obligado a buscar formas creativas de cumplir la ley. Por ejemplo, las machis no aceptan ser contratadas ni entregar boletas de honorarios. Sólo accedieron a firmar una carta compromiso de prestación de servicios.

Juana Calluil, directora del centro, cree que se desgastan más en sortear esas trabas que en desarrollar con fuerza la medicina mapuche.

También han sufrido el rechazo de algunos mapuches. "La pobreza en que viven es tan grande, la desesperanza que hay es tan profunda, que muchos indígenas quieren administrar este lugar. Son 100 personas las que están viviendo de este convenio", explica Millalen.

EVALUACIÓN GUBERNAMENTAL

En 1996, el Ministerio de Salud puso en marcha un programa especial para atender las necesidades de las nueve etnias reconocidas por el Estado y en 2002 creó una Unidad de Salud y Pueblos Indígenas que ha promovido iniciativas en diferentes servicios médicos del país.

La experiencia de Nueva Imperial es la más importante.

"Todavía estamos en etapa de evaluaciones, pero hemos tenido buena acogida entre la población indígena, que no siempre puede pagar lo que las machis cobran en sus comunidades", indica Cecilia Moya, funcionaria de la Unidad.

Pero ve dificultades, como la escasez de hierbas para elaborar el lawen, por la plantación de pinos y eucaliptos exóticos de la industria forestal, la construcción de infraestructura y las fumigaciones.

El director de la gubernamental Corporación Nacional de Desarrollo Indígena, Wilson Reyes, de la etnia atacameña, asegura a Tierramérica que el gobierno trabaja en iniciativas legales de reconocimiento de la salud de los pueblos originarios.

Pero Millalen llama al Estado a reconocer constitucionalmente a los pueblos indígenas.

Pese a la creciente difusión de la medicina mapuche, Moya percibe en las comunidades un gran temor a ver institucionalizada su forma de curar. "Piensan que su tradición se desnaturalizará. Ya han perdido mucho", concluye.

* La autora es corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 19 de enero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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