ETIOPÍA: Cerca de otro Darfur

Una campaña del ejército etiope contra rebeldes somalíes y sus supuestos partidarios civiles en la fronteriza región de Ogaden provoca crecientes críticas de organismos de derechos humanos y preocupación en el gobierno de Estados Unidos, firme aliado de Addis Abeba.

Expertos señalan que la campaña fue lanzada en respuesta inmediata a un ataque del Frente Nacional de Liberación de Ogaden (ONLF, por su sigla en inglés) contra una instalación petrolera china en abril, en el que 74 personas murieron, entre ellas nueve ciudadanos chinos.

Las operaciones contrainsurgentes están causando un inmenso sufrimiento en la población somalí, advirtió la organización Human Rights Watch (HRW) en una declaración divulgada el miércoles.

"Las tropas etiopes están destruyendo aldeas y propiedades, confiscando ganado y forzando el desplazamiento de los civiles", señaló el director para África de HRW, Peter Takirambudde. "Cualquiera sea la estrategia militar detrás de ellos, estos abusos violan las leyes de la guerra", afirmó.

La campaña añade presión al ejército etiope que, al igual que las tropas de Estados Unidos en Iraq, se encuentra empantanado en una guerra de guerrillas de baja intensidad en la vecina Somalia. También enfrenta una creciente tensión en la todavía disputada frontera con Eritrea, nación con la que mantuvo un sangriento conflicto entre 1998 y 2000.
[related_articles]
Incluso el primer ministro etiope Meles Zenawi admitió la semana pasada que su gobierno "cometió un error de cálculo político" cuando intervino militarmente el año pasado en Somalia para desplazar del poder en la capital, Mogadiscio, y en la mayor parte del territorio a la Unión de Cortes Islámicas (ICU, por su sigla en inglés).

Desde entonces, ni un gobierno federal de transición, ni una misión de paz de la Unión Africana, de la que sólo 1.500 soldados ugandeses han sido desplegados en el terreno hasta el momento, han logrado ejercer el control sobre la capital. Esto deja para mantener el orden sólo a los aproximadamente 10.000 soldados etiopes que hay en Somalia.

La mayoría de los observadores consideran que la seguridad se está deteriorando y que la fuerza de los grupos opuestos a Etiopía crece en forma consistente.

"La intervención de Etiopía en Somalia generó más caos e inestabilidad en este país e hizo a Etiopía más vulnerable en diferentes aspectos", según un experto en la zona del Cuerno de África en el Servicio de Investigación del Congreso legislativo en esta capital, Ted Dagne. "Cuando se despliegan las fuerzas en varios frentes, se debilita la posición estratégica", indicó.

La administración del presidente estadounidense George W. Bush no sólo apoyó la intervención etiope en Somalia, sino que realizó diversos ataques contra objetivos "terroristas" específicos y ha declinado criticar en público la actual campaña contrainsurgente en Ogaden.

Sin embargo, funcionarios estadounidenses expresaron en privado su preocupación por los derechos humanos en vista de los asesinatos, violaciones e incendios de aldeas realizados por las tropas etiopes.

Washington teme que esto pueda atraer a Ogaden a las fuerzas de la ICU, que acusan de tener vínculos con Al Qaeda, y a otros grupos opositores a Etiopía. En tal caso, lo que ahora aparece como dos conflictos diferentes, uno en Somalia y otro en Etiopía, se podría transformar en una más amplia guerra regional.

El primer ministro Meles ha insistido por mucho tiempo en que existen contactos entre la ICU y el ONLF, pero no sólo este último grupo desmintió la acusación sino que expertos independientes la han puesto en duda.

"El ONLF desea dejar claro ante la comunidad internacional que nosotros no hemos sido, no somos y no seremos parte del conflicto que se desarrolla en Somalia, tanto por una cuestión política como de principios", señaló la organización en una declaración hecha pública el mes pasado.

El Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos también rechazó un pedido de Etiopía de incluir al ONLF en la lista de organizaciones terroristas internacionales.

La región de Ogaden, dominada por el clan somalí de Dorad, pasó a formar parte de Etiopía a mediados del siglo XIX y ha sido motivo de constante tensión entre Etiopía y Somalia desde la independencia de esta última, en 1960. El conflicto derivó en una guerra abierta en la década de 1970, cuando el entonces presidente Mohamed Siad Barre intentó crear una "Gran Somalia" e invadió la región. No tuvo éxito.

Barre fue derrocado en 1991, el mismo año en que su par etiope Haile Mengistu Mariam fue también desplazado del poder en Addis Abeba y remplazado por Meles y su Frente de Liberación del Pueblo de Tigray.

El ONLF se unió al gobierno inicialmente, aunque lo abandonó en 1993 cuando Meles lanzó una ofensiva contra el grupo por reclamar una mayor autonomía para la región de Ogaden o directamente la independencia, lo cual estaba permitido según la nueva Constitución de Etiopía.

Desde entonces, el grupo ha librado una guerra de guerrillas de baja intensidad. Hasta que se produjo el ataque contra la instalación petrolera china no había atraído la atención internacional, en parte por lo remoto de la región y también por los obstáculos que colocaba el gobierno a periodistas y activistas de derechos humanos que querían trasladarse al lugar.

"La de Ogaden es una tragedia olvidada", dijo Dagne. Los habitantes de la región han permanecido leales bajo sucesivos gobiernos etiopes, agregó, aunque han debido sufrir medidas discriminatorias por parte de Addis Abeba.

Las tácticas de las tropas etiopes en Ogaden recuerdan a las campañas de contra insurgencia realizadas por el gobierno de Sudán en la región de Darfur. Los investigadores de HRW recibieron testimonios sobre la quema de viviendas, cosechas y reservas de comida. Los soldados confiscaron ganado y, en algunos casos, dispararon contra civiles que huían, causando algunas muertes.

Asimismo, detuvieron a docenas de personas en las ciudades más grandes, especialmente a familiares de sospechosos de pertenecer al ONLF. También hubo denuncias de bombardeos de la fuerza aérea etiope en la región.

El gobierno también impuso un bloqueo comercial, incluyendo de alimentos, con la aparente intención de forzar a quienes viven en las áreas rurales a trasladarse a las ciudades, lo que privaría al ONLF de una base de apoyo, según HRW.

La organización también criticó a los rebeldes por su ataque contra la instalación china y el asesinato de al menos 28 civiles en una granja de las cercanías.

"En este punto es difícil decir si se trata de un caso similar al de Darfur, fundamentalmente por la imposibilidad de los activistas de derechos humanos y los periodistas para tener completo acceso y ver qué está ocurriendo realmente", dijo a IPS una especialista en la región de HRW, Georgette Gagnon.

"Para la gente que está sufriendo en Ogaden, la situación es terriblemente grave. El gobierno debe controlar a sus tropas, detener los ataques contra civiles y las quemas de viviendas", agregó.

El informe de HRW fue precedido por un extenso artículo de primera plana en el diario The New York Times, en el que se describe un "reino de terror" impuesto por las tropas etiopes y que define al ONLF como un movimiento local con fuerte apoyo popular.

El periodista del Times que escribió el artículo, Jeffrey Gentleman, y dos colegas que colaboraron con él, fueron arrestados durante cinco días tras la publicación del artículo, y todo su equipo fue confiscado.

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe