AMBIENTE-TUVALU: Un pequeño lucha por sobrevivir

Tuvalu, uno de los países más pequeños del mundo, espera convertirse en un ejemplo de desarrollo sustentable, pese a que en 50 años o tal vez menos puede quedar sumergido bajo las aguas del océano Pacífico.

Crédito: NASA
Crédito: NASA

Las proyecciones de especialistas indican que el aumento del nivel del mar provocado por el cambio climático sumergirá a esa nación insular cercana a Australia y hoy con 10.500 habitantes.

«Ya se finalizó la construcción del primer digestor de biogás de la historia en una isla de coral», informó Gilliane Le Gallic, presidenta de Alofa Tuvalu, una organización con sede en París que trabaja con el gobierno de la isla.

Ubicado en un pequeño islote cerca de Funafuti, la capital de Tuvalu, el digestor de biogás usa estiércol de unos 60 cerdos para producir combustible para cocinas. Más de 40 lugareños fueron capacitados en el campo de energías renovables en el novel Centro Nacional de Entrenamiento de Tuvalu.

«Intentamos crear modelos simples y viables de desarrollo sustentable que puedan ser reproducidos por otros en otras partes», dijo a IPS la documentalista Le Gallic desde París.
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Luego de trabajar en la película «Trouble in Paradise» («Problemas en el paraíso»), que documentó la difícil situación que vive Tuvalu por ser la primera nación destinada a ser arrasada por el cambio climático, Le Gallic sintió que tenía que involucrarse en la búsqueda de soluciones.

En 2004 se juntó a otros activistas para desarrollar «Small Is Beautiful» («Pequeño es hermoso»), un plan de una década para ayudar a los tuvaluanos.

Tanto el gobierno como la población de Tuvalu apoyan fuertemente el plan y quieren que se convierta en «un modelo de una nación ambientalmente respetable», señaló.

«Tuvalu puede ser un símbolo poderoso y un ejemplo para el mundo», aseguró Le Gallic.

El territorio de esta ex colonia británica está compuesto por nueve islas de coral, coronadas por una densa vegetación tropical que cubre alrededor de 26 kilómetros cuadrados.

Se trata de una de las naciones más bajas del mundo, con menos de cuatro metros por encima del nivel del mar en su punto más elevado. Durante la última primavera austral, las «mareas del rey» fueron las más altas que se recuerde, inundando muchas de las islas y acelerando la erosión y el ingreso de agua salada, lo cual vuelve infértil al suelo.

En Tuvalu, los niveles del océano aumentan a un ritmo que duplica el promedio global pronosticado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), dependiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Y ese aumento puede estar acelerándose a medida que se incrementan las temperaturas globales. En los últimos 12 años, Tuvalu reportó el aumento de 10 centímetros en el nivel del mar, según el South Pacific Sea Level and Climate Monitoring Project (Proyecto de monitoreo del nivel del mar y el clima en el sur del océano Pacífico).

Como la mayoría de los tuvaluanos viven a sólo uno o dos metros sobre el nivel del mar, los expertos dicen que buena parte de la cadena insular puede quedar sumergida en 50 años, y posiblemente más pronto si se desata una tormenta importante. Más de 4.000 personas ya abandonaron las islas para vivir en la vecina Nueva Zelanda.

El gobierno de Tuvalu urgió a las naciones industrializadas a actuar de modo urgente sobre el cambio climático.

En una entrevista anterior con IPS, Enele Sopoaga, ex representante permanente de Tuvalu ante la ONU, expresó una frustración extrema por «los dobles discursos de las naciones industrializadas», por su inacción ante el cambio climático.

Al mismo tiempo, criticó a otros países por sus políticas de derechos humanos «mientras juegan con las vidas de los isleños y de los inuit», refiriéndose a los pueblos nativos del Círculo Ártico, cuyos medios tradicionales de subsistencia son destruidos por el recalentamiento planetario.

El nuevo representante permanente de Tuvalu ante la ONU, Afelee Pitacurrent, dijo a este cronista desde Nueva York que quería ser citado en este artículo.

La economía de subsistencia de Tuvalu, que dependía de la pesca y de las huertas locales, hace poco tiempo pasó a importar alimentos y combustible.

Ubicado aproximadamente 1.000 kilómetros al norte de Fiji, el país está aislado y no tiene nada que vender al resto del mundo más que el nombre de dominio de Internet «tv». Los desechos generados por la actividad humana se transformaron en problemas ambientales locales, ya que no hay plantas de tratamiento o eliminación de residuos.

Está previsto que un segundo digestor de biogás que utiliza residuos humanos siga adelante en Funafuti, dijo Sarah Hemstock, una científica ambiental especializada en biomasa, de la firma SH Solutions.

«No hay ninguna tecnología más elemental que convertir desechos humanos y animales en gas», afirmó Hemstock, consultante del Centro Imperial para las Políticas de Energía y Tecnología en Londres.

Hemstock sostuvo haber recogido algunas de las lecciones aprendidas en proyectos de desarrollo rural iniciados por el británico Cusichaca Trust en los últimos 25 años en Perú.

«Nuevas herramientas tienen que adecuarse a la cultura local, y los centros de capacitación y demostración para los habitantes del lugar son cruciales», señaló Hemstock al ser entrevistada.

Integrar nuevas tecnologías a una comunidad es una tarea que insume décadas, explicó.

Hace 20 años, Tuvalu tenía un proyecto pionero de energía solar que funcionó durante aproximadamente 12 años. La población local no tuvo los recursos o habilidades para mantenerlo, y cuando el equipamiento necesitó reparaciones o repuestos fue abandonado, relató.

«Tuvalu siempre necesitará alguna ayuda del exterior», destacó.

Aunque es probable que se convierta en la primera nación de refugiados ambientales, como Tuvalu prácticamente no genera emisiones de gases de efecto invernadero, los proyectos de energía renovable que tienen lugar allí no califican para el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) previsto en el Protocolo de Kyoto, firmados en esa ciudad de Japón en 1997.

El MDL permite que los contaminantes de un país ganen «créditos de carbono» al reducir las emisiones de gases invernadero en otro.

Cientos de millones de dólares son gastados en proyectos de MDL alrededor del mundo. Pero, de ellos, ni un centavo va para Tuvalu, indicó Hemstock, que considera que esta situación es «atroz».

La conciencia ambiental en la isla aumentó drásticamente y sus habitantes han sido participantes «fantásticos y entusiastas» en los primeros pasos del plan «Small is Beautiful», agregó.

Se llevan a cabo trabajos de limpieza en toda la comunidad y para este otoño austral se prevé el inicio de un proyecto de biodiésel que utiliza palma de coco.

La capacitación sobre semillas y horticultura está en curso para ayudar a reducir la dependencia de alimentos importados. Nuevas luces solares en la vía pública, baños ecológicos y proyectos eólicos también forman parte de los planes.

Implementar todo el proyecto de 10 años costará menos de nueve millones de dólares, indicó Hemstock.

«Si no se puede crear una sociedad sostenible y ambientalmente respetable aquí, no se puede crear en ninguna parte», concluyó.

* Este artículo es parte de una serie sobre desarrollo sustentable producida en conjunto por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales).

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