AMBIENTE-ARGENTINA: Jaguares en fuga

Hace dos siglos, el yaguareté (Panthera onca) reinaba en más de la mitad del territorio argentino. Hoy sobrevive en espacios restringidos donde resulta fácil presa de cazadores.

La especie, que se extendía desde el sudoeste de Estados Unidos hasta el norte de la Patagonia argentina, perdió 80 por ciento de su territorio en este país. Estaba en 18 provincias y ahora sólo en seis, según datos de la no gubernamental Red Yaguareté.

"No quedan más de 300 ejemplares en zonas alejadas y agrestes", dijo a Tierramérica Nicolás Lodeiro, de la Red. En la nororiental selva de Misiones hay unos 50, y el resto está en la noroccidental selva de Yungas y en el Chaco seco, la región centro-norte de Argentina.

Esto se debe a "la pérdida y degradación de su hábitat, y a la cacería, provocada primero como respuesta al ataque al ganado y a animales domésticos, después como cacería deportiva y, en menor medida, se lo mata por temor", puntualizó.

Claudio Bertonatti, de la Fundación Vida Silvestre Argentina, opinó que "si se le sostiene el ambiente, el yaguareté tiene posibilidades. Pero en Argentina, en 200 años los bosques y selvas pasaron de 160 millones a 33 millones de hectáreas. Si se sigue desmontando, todos los esfuerzos de reproducción en cautiverio serán estériles", advirtió.

El yaguareté es el felino más grande de América, donde se lo conoce como jaguar, tigre americano y overo, entre otros muchos nombres. De las ocho subespecies identificadas, la que habita en Argentina, Panthera onca palustris, es la de mayor tamaño.

Tiene pelaje anaranjado y manchas negras como rosetas. Mide hasta dos metros de largo y pesa entre 70 y 100 kilogramos. Se alimenta de pecaríes (Tayassuidae), tapires (Tapiridae) y corzuelas (Mazama).

Si bien abunda en reductos como la Amazonia, la Unión Mundial para la Naturaleza lo tiene en su lista roja, y figura también en el Apéndice I de la Convención Internacional para el Tráfico de Especies de Fauna y Flora Amenazadas, que determina una regulación estricta de su comercio.

Según estudios nacionales, a comienzos del siglo XIX Buenos Aires exportaba 2.000 pieles de yaguareté por año.

En el informe "Situación poblacional y amenazas para la conservación del yaguareté en el corredor verde" que abarca Misiones, académicos señalan que apenas 15 años atrás había entre 440 y 1.200 ejemplares en esa provincia. Hoy quedan 50.

Bertonatti explicó que el yaguareté puede vivir en estepas, pastizales, bosques, selvas y sabanas, pero "lo estamos borrando del mapa porque cada vez tenemos menos áreas naturales".

"Los ambientes remanentes son pocos y funcionan como pequeñas islas que, al perder conexión entre sí, potencian la vulnerabilidad de las especies", destacó. Cuando se trata de herbívoros, el repliegue no es tan grave; pero en el caso de un gran predador como el yaguareté, el problema es mayor.

El jaguar se alimenta de otros mamíferos y necesita amplios territorios para cazar. "Si al salir de una de esas 'islas' se encuentra con un perro o un caballo e intenta atraparlo, es probable que el hombre de campo lo persiga y lo mate", señaló Bertonatti.

Lodeiro explicó que las poblaciones que sobreviven están en zonas de difícil acceso, algunas no aptas para asentamientos humanos, o donde no es posible la explotación maderera. Pero hay áreas en las que los animales quedan expuestos a la caza furtiva.

Según denuncias a la Dirección Nacional de Fauna y presentadas ante la justicia federal, hay yaguaretés en cautiverio que son liberados en cotos de caza pese a que esta práctica está expresamente prohibida. El 13 de abril se decomisó una piel y un brazalete elaborado con el mismo material tras una denuncia de la Red Yaguareté.

Junto a la ballena franca austral (Eubalaena australis), el huemul (Hippocamelus bisulcus) y la taruca (Hippocamelus antisensis), el yaguareté es uno de los cuatro monumentos naturales nacionales de Argentina. Sin embargo, es difícil convencer a un campesino de no matarlo, señaló Lodeiro. La solución es consolidar áreas protegidas, crear nuevas y establecer corredores ecológicos, controlar la caza, generar sentencias judiciales desalentadoras ejemplarizantes y "crear conciencia desde las escuelas", sostuvo Bertonatti.

Por iniciativa de organizaciones no gubernamentales, la Administración de Parques Nacionales y la Dirección Nacional de Fauna realizaron dos talleres sobre la especie en 2004 y en 2006. "Se definieron objetivos, líneas de acción, y quedó claro que no hay más tiempo", dijo Lodeiro.

Los asistentes formaron comisiones regionales y reclamaron un coordinador nacional con dedicación exclusiva para articular acciones de conservación de la especie, pero hasta ahora no tuvieron respuesta de las autoridades.

"Hay algunos avances, pero sin una persona encargada de conseguir fondos, de acercar a las instituciones que trabajan en forma descoordinada o que fomente proyectos de desarrollo sustentable, será muy difícil ponerle un freno a la pérdida de esta especie", alertó Lodeiro.

* La autora es corresponsal de IPS. Publicado originalmente el 28 de abril por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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