BOLIVIA: Inundaciones ponen sitio a ciudad amazónica

La capital del departamento boliviano de Beni se ve desde el aire rodeada de un inmenso pantano, mientras sus habitantes esperan que no se desborden las contaminadas aguas estacionadas a sólo 40 centímetros de la barrera defensiva y vía de circunvalación de la ciudad.

Una niña espera asistencia frente a una tienda de campaña Crédito: Franz Chávez/IPS
Una niña espera asistencia frente a una tienda de campaña Crédito: Franz Chávez/IPS
La pequeña pista del aeropuerto de Trinidad, en el amazónico noreste boliviano, se asemeja a un centro militar de operaciones con intensa la actividad de aterrizaje y despegue de enormes aeronaves, como los Hércules C-130 de las fuerzas aéreas de Bolivia y de Venezuela, y de los pequeños Cessna.

Todos transportan medicamentos y alimentos para las 19.000 familias damnificadas en el departamento de Beni, con 406.982 habitantes, de los cuales 89.613 residen en Trinidad.

Las aguas del río Mamoré, el más importante de la región, se salieron de cauce e invadieron las viviendas rurales de barro y hojas de palmera y las extensas haciendas ganaderas, dejando a decenas de miles de personas sin techo desde hace 20 días, aunque la calma retornó este miércoles con la luz de sol, luego de semanas de lluvias torrenciales.

La sonrisa ha vuelto al rostro de Claribel Solano, de unos 35 años, que tres semanas atrás vivía en la desaparecida Villa Monasterio y ahora está instalada exactamente a las puertas del aeropuerto de Trinidad, junto a la avenida de circunvalación que al mismo tiempo es el dique de contención de las aguas.
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A cada instante ve pasar las aeronaves que llegan con grandes cargamentos de alimentos y ropa, pero su presencia y la de decenas de otros evacuados ha pasado inadvertida hasta para los medios de comunicación.

Solano también ha visto pasar al menos cuatro veces la veloz caravana del presidente Evo Morales, quien en persona ha visitado las zonas inundadas. Pero los vidrios oscuros de los vehículos de seguridad no permitieron ver a los desplazados por las aguas, que preguntan al periodista de IPS sobre el destino de los alimentos y otras donaciones.

"Aquí —a escasos metros del aeropuerto— no llega nada, y por eso quiero preguntarle al presidente Evo, ¿dónde están los alimentos?", dice Juanito Florián, de 40 años, piel morena, descalzo y vestido con vieja camiseta oscura y pantalón corto.

Su familia, integrada por su esposa y seis hijos, está instalada bajo una tienda de plástico azul, con sus pocos bienes desordenados sobre el suelo de fina tierra colorada, en medio de matorrales rebeldes al borde del camino.

En los brazos de Marlene Noé, una joven de pelo negro, descansa su hija de pocos años, y su mirada pide respuestas para el drama, hoy matizado por sonrisas, bromas y cierta esperanza por el retorno del sol, con sus 31 grados de temperatura.

Solano no ha perdido el entusiasmo, responde con sonrisas y continúa trabajando en la venta de pastelería, tortas, empanadas y algunos refrescos fabricados en base a fruta seca.

Los medios prefirieron mirar otras regiones alejadas, encomendando a sus periodistas a los reñidos intentos de ocupar uno de los pocos espacios libres en los dos helicópteros UH-Huey, prestados por la Fuerza Aérea argentina para sobrevolar las zonas devastadas.

Este miércoles, el gobierno declaró el "estado de desastre" para tres provincias de Beni.

El presidente argentino Néstor Kirchner dispuso el préstamo de cinco helicópteros. Alguien ha comentado que en la base estadounidense antidrogas de la central Santa Cruz de la Sierra, hay cinco naves del mismo tipo con la bandera boliviana en el timón de cola, pero nadie se explica por qué no están asignadas a las tareas de rescate y asistencia a los damnificados.

Unos metros más allá, en medio de la carretera para llamar la atención, tres familias instalaron tiendas de material impermeable donadas por el gobierno peruano, pero están pendientes de recibir algún alimento.

Jesús Ibáñez, hombre de varios oficios como el de moto-taxista, lamenta haber perdido sus electrodomésticos, una computadora y el televisor. A poca distancia están sus muebles malogrados por las lluvias.

Mientras Ibáñez habla con IPS, una mujer cae al agua desde una improvisada embarcación impulsada por maderos a manera de remos. Unos adolescentes logran rescatarla, y llega con alguna dificultad a la orilla del inmenso lago formado por el desborde del Mamoré, única fuente de la que beben los damnificados y destino final de animales muertos, aguas servidas y desechos sólidos.

"A pocos metros de esta agua están las lagunas de oxidación de las aguas servidas de Trinidad, y ahora las dos aguas se han juntado", dice una mujer preocupada, mientras sus hijos juegan en el oscuro líquido.

En la pista militar de Trinidad, el director ejecutivo de Defensa Civil del Beni, coronel Alejandro Núñez, cuida cada detalle de los despachos de donaciones a poblaciones a las cuales sólo se llega por aire.

Con uniforme de combate, Núñez dirige a decenas de soldados sudorosos por el trajín de trasladar a hombro alimentos y ropa recolectados en el resto del país.

Su experiencia en las operaciones de emergencia, durante el sismo de mayo de 1998 que afectó parte del central departamento de Cochabamba, le dejó algunas lecciones y por eso es minucioso al registrar la entrega de donaciones.

Hasta Trinidad llegaron unas 240 toneladas de alimentos donados por privados y por el Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas, a los que se agregan un contenedor con instrumental médico y fármacos entregados por la organización internacional Visión Mundial, por un valor de 1,7 millones de dólares, pero la falta de vías de transporte crea limitaciones, dice Núñez.

La distribución depende de un avión Hércules con una capacidad de 20 toneladas, dos avionetas Cessna, que pueden trasladar media tonelada cada una, y dos helicópteros argentinos que soportan hasta una tonelada de alimentos por unidad.

La región nororiental ha sido la más afectada por las torrenciales lluvias caídas desde diciembre en todo el país y atribuidas por los expertos al periódico fenómeno climático de El Niño. Unas 350.000 personas han sido damnificadas y han muerto más de 35.

En los ríos, grandes embarcaciones de la fuerza naval de este país mediterráneo trasladan hasta 25 toneladas de donaciones, pero la mayor preocupación de Núñez es la provisión de comida y medicamentos en los próximos dos meses, cuando las aguas bajen y la gente vuelva a sus tierras con la expectativa de reconstruir sus casas.

"La provisión de víveres está garantizada por los próximos 15 días, siempre que el anillo de protección no sea roto por el agua", dice mientras ordena la entrega de bolsas de agua purificada a los soldados extenuados.

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