AMBIENTE-AMÉRICA: El Niño amenaza otra vez

La Habana y Nueva Orleáns pueden vivir tranquilas esta temporada de tormentas. Cuando se manifiesta El Niño, como ahora, disminuyen la intensidad y la frecuencia de los huracanes en el Caribe y aumenta el riesgo de que aparezcan en el océano Pacífico.

Crédito: NASA
Crédito: NASA
La Niña, contraparte de El Niño, incide en cambio en que los huracanes en la cuenca del Caribe sean más fuertes y más frecuentes.

Esa es una de las relaciones trazadas por los científicos que estudian los impactos globales de El Niño – Oscilación del Sur (ENOS), o ENSO, siglas de El Niño-Southern Oscillation.

Este fenómeno está de vuelta, con 60 por ciento de probabilidades de que se siga desarrollando en los próximos meses, según el Instituto Internacional de Investigación sobre el Clima y la Sociedad, con sede en la estadounidense Universidad de Columbia.

"La comunidad científica ha redefinido al ENOS varias veces. Hoy se considera que ese fenómeno se manifiesta cuando la temperatura superficial del agua varía en más de medio grado por encima de lo normal durante al menos cinco meses seguidos" en el Pacífico occidental, central u oriental, dijo a IPS Max Henríquez, subdirector de Meteorología del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia (Ideam).
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Esta vez, la anomalía comenzó a ser observada en abril y tendió a confirmarse en julio, según un reporte del estadounidense Centro de Predicción Climática conocido por IPS, pero las capas superiores del océano empezaron a calentarse levemente en toda la cuenca desde febrero.

La temperatura superficial de las aguas oceánicas se incrementó desde principios de agosto a un promedio de 1,5 grados en la costa occidental de América del Sur. Con el aumento de más de tres grados ya se considera que se está frente a un Niño "fuerte" y entre uno y dos grados es calificado de "moderado".

Existe la hipótesis de que las grandes erupciones volcánicas podrían ser el origen del fenómeno. "De hecho, los episodios de El Niño más fuertes han estado precedidos" de estas explosiones, recordó Henríquez.

"Por ejemplo, en la temporada 1982-1983 se presentó uno de los ‘Niños’ más fuertes, y fue anticipado por la erupción del volcán El Chichón, en el sur de México", precisó.

"El monte Pinatubo, en Filipinas, hizo en 1991 una de las erupciones más grandes que ha habido en la historia, y se registró un fenómeno de El Niño inmediatamente después", agregó.

Este experto también narró que otro ENOS de intensidad "muy fuerte" se verificó luego de que el volcán Soufriere Hills, en la isla de Montserrat (territorio de ultramar británico en el Caribe), y el Popocatépetl, cerca de la capital de México, registraran en 1997 "erupciones estratosféricas, o sea que mandaron partículas a más de 10 kilómetros de altura".

Así, entre 1997-1998 resultó afectada por El Niño la costa del océano Pacífico desde México hasta el sur de Perú. Según la Organización Meteorológica Mundial, la temperatura del agua superficial aumentó hasta cinco grados por encima de lo normal en ese entonces.

El Niño forma parte de la dinámica de la naturaleza y no es un efecto del cambio climático provocado por la actividad humana, si bien acelera temporalmente el derretimiento de la capa superficial de los glaciares de la cordillera de los Andes y favorece los incendios forestales, según especialistas.

Es un fenómeno cíclico, pero aleatorio (puede ocurrir cada dos a siete años), de una intensidad variable y aún impredecible y, en todo caso, de origen e impacto global, según se reconoce en la actualidad.

Surge cuando cambia la presión atmosférica en el Pacífico occidental en una franja de cuatro grados de latitud al norte y otros tantos al sur de la línea ecuatorial, frente a Nueva Guinea e Indonesia, lo que provoca alteraciones en la dirección y fuerza habitual de los vientos Alisios, que soplan del sudeste al noroeste en el hemisferio sur, y en las corrientes marinas de ese océano.

En condiciones "neutrales", cuando no hay ENOS, los vientos Alisios mantienen una especie de "apilamiento" de enormes masas de agua cálida del océano en las costas occidentales del Pacífico. Por eso el nivel del mar allí suele ser 50 centímetros más alto que en la costa sudamericana, y la temperatura superficial de las aguas, unos ocho grados mayor.

El Niño provoca que esas masas de agua "apiladas" al oeste se trasladen lentamente hacia el este, a la altura de las costas peruana, ecuatoriana y colombiana, alterando así el nivel del mar y su temperatura, con efectos en la temperatura atmosférica, causando marejadas en las costas sobre el Pacífico de esos países y cambios radicales en el régimen de lluvias a ambos lados del océano más grande del planeta.

El efecto contrario, cuando las aguas del Pacífico se enfrían por debajo de lo habitual en la costa sudamericana, se identifica como La Niña, aunque para los científicos esta fase y El Niño son dos caras opuestas del mismo ENOS.

La hipótesis sobre las grandes erupciones volcánicas pretende comprender qué es lo que frena a los vientos Alisios.

Cuando hay erupciones estratosféricas, es decir que expulsan cenizas volcánicas por encima de los 10 o 12 kilómetros de altura, más arriba de la troposfera que habitamos, esas partículas se expanden alrededor de todo el planeta y refractan, reflejan y difractan la luz solar, con lo cual disminuye la cantidad de energía que llega a la superficie terrestre.

Como los vientos dependen de la energía solar y de la rotación de la Tierra sobre su eje, esa alteración hace que "se debiliten los Alisios", explicó Henríquez.

Esta vez, El Niño fue precedido por la erupción estratosférica el 12 de julio del volcán Galeras, en las cercanías de la sudoccidental ciudad colombiana de Pasto, que lanzó cenizas a más de 12 kilómetros de altura, y el 16 y 17 de agosto del Tungurahua, en Ecuador, activo desde 1999 y que expulsó partículas a unos 15 kilómetros de altura.

"El 15 de agosto había en el mundo 17 volcanes en distintas fases de erupción y en condición de alerta naranja o roja", señaló a IPS el ecologista colombiano y experto en desastres Gustavo Wilches-Chaux.

Sin embargo, opinó que la relación entre erupciones estratosféricas y El Niño se mantiene aún como una pregunta.

Cuando aparece el ENOS, fase El Niño, algunas cosas ocurren al revés durante entre siete y 28 meses, según mediciones. La temperatura marina en el sudeste asiático se enfría y en la costa sudamericana se calienta.

Así, aparece el fantasma de la sequía en lugares donde habitualmente llueve mucho o suficientemente, como es el caso de las costas colombianas del Pacífico.

Pero en zonas secas, como la ribera peruana, los estados estadounidenses de California, en el oeste, y de Florida, en el sudeste, y en Cuba se producen borrascas. También ocurre que tormentas de arena arrasan con las tierras fértiles de Australia o se produce un tifón en Tahití.

Las hambrunas en África oriental, causadas por sequías fuera de lo común, han sido achacadas, en parte, a El Niño.

El ENOS obliga también a varias especies a cambiar sus hábitos migratorios, con riesgo de extinción para algunas.

El aumento en la temperatura superficial del agua disminuye el plancton, que habitualmente trae la Corriente de Humboldt, que es fría y fluye en aguas profundas procedente del océano Glacial Antártico.

Esto "provoca la migración o la muerte masiva de aves y peces y el consecuente desastre para las industrias pesqueras y guaneras", indicó Wilches-Chaux.

"Perú sufrió consecuencias catastróficas con El Niño de 1972-1973 y con el de 1982-1983", repasó el experto en su libro titulado "¿Qu-ENOS pasa?", actualmente en proceso de publicación.

Ese trabajo se basa en un estudio realizado por La Red (Red de Estudios Sociales sobre Desastres), con financiación de IAI (Inter American Institute), sobre los efectos del ENOS en varios países americanos, desde el estado de Florida hasta Argentina.

El Niño de 1982-1983 fue el que abrió los ojos de la comunidad científica mundial, mientras que el registrado de 1997 a 1998 mostró que se trataba de un fenómeno global.

"Hace 20 años que se identificó a El Niño como el principal responsable de la variabilidad del clima a nivel mundial", según el meteorólogo Henríquez. Gracias a una cooperación internacional horizontal y solidaria, hoy "se sabe casi todo" al respecto, aseveró.

Empero, aún no se conocen perfectamente sus dinámicas. "Hay mucho conocimiento sobre la relación océano-atmósfera, pero no está totalmente definida".

En el invierno boreal, El Niño produce lluvias más fuertes en el sudeste y el sudoeste de Estados Unidos, al tiempo que sequía en el habitualmente lluvioso noroeste costero del Pacífico.

En El Niño de 1997-1998, en Florida llovió 200 por ciento más que lo normal entre octubre y diciembre, pero en abril y junio, cuando de inmediato sobrevino La Niña, se registraron la peor sequía y la más alta temperatura atmosférica en 104 años, se lee en "¿Qu-ENOS pasa?".

Según resumió para IPS Wilches-Chaux, El Niño en Colombia suele provocar sequía, pero La Niña, en cambio, suele traer mucha lluvia.

Pero también durante El Niño se presentan precipitaciones abundantes en algunas zonas aisladas, con el consecuente riesgo de inundaciones, apuntó.

"En la costa norte de Perú y en la ecuatoriana (Piura y Guayaquil respectivamente), El Niño significa tremendas y prolongadas lluvias", detalló.

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